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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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una cruz en la mano y parecía verdaderamente darme Dios<br />

ánimos, que yo me vi otra en breve tiempo, que no temería<br />

tomarme con ellos a brazos, que me parecía fácilmente con<br />

aquella cruz los venciera a todos; y así dije: Ahora venid todos,<br />

que siendo sierva del Señor, yo quiero ver qué me podéis<br />

hacer.<br />

»Es sin duda, que me parecía que me habían miedo,<br />

porque yo quedé sosegada y tan sin temor de todos ellos, que<br />

se me quitaron todos los miedos que solía tener hasta hoy:<br />

porque aunque algunas veces los veía, como diré después, no<br />

les he habido más casi miedo, antes me parecía que ellos me<br />

le habían a mí. Quedóme un señorío contra ellos, bien dado<br />

del Señor de todos, que no se me da más de ellos que de<br />

moscas. Parécenme tan cobardes, que en viendo que los<br />

tienen en poco, no les queda fuerza, no saben estos enemigos<br />

de hecho acometer, sino a quien ven que se les rinde, o<br />

cuando lo permite Dios, para más bien de sus siervos, que los<br />

tiente y atormente. Pluguiese a su Majestad, temiésemos a<br />

quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir<br />

mayor daño de un pecado venial, que de todo el infierno junto,<br />

pues es ello así». El piadoso Obispo de Ginebra hablaba de<br />

idéntica manera a Santa Juana de Chantal: «Se han renovado<br />

vuestras tentaciones contra la fe, os acosan por todas partes;<br />

pero pensáis demasiado en ellas, las teméis mucho, os<br />

precavéis en demasía de ellas. Estimáis la fe y no quisierais<br />

que os viniera un solo pensamiento contrario, y paréceos que<br />

todo la perjudica. No, en ninguna manera; no toméis el susurro<br />

de las hojas por el choque de las armas. Nuestro enemigo es<br />

un consumado alborotador, pero no os asuste la noticia, que<br />

bien ha gritado en derredor de los santos y armado gran<br />

algazara, y a pesar de todo ¡ahí los tenéis colocados en el<br />

lugar que perdió el miserable! No nos espanten sus<br />

baladronadas, pues como sabe que no puede causarnos daño<br />

alguno, pretende siquiera infundirnos miedo, y con el miedo<br />

inquietarnos, y con la inquietud fatigarnos, y con la fatiga<br />

hacernos sucumbir. No temamos sino a Dios, pero que este<br />

temor sea amoroso. Tengamos bien cerradas las puertas,<br />

cuidemos de no dejar derrumbar las murallas de nuestras<br />

resoluciones, y vivamos en paz.»<br />

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