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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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arredrar por la fatiga. Evidentemente el resultado no parece<br />

glorioso, por más que la voluntad no se separa un punto del<br />

deber. A estas almas generosas es a quienes nos dirigimos<br />

para decirles: «¡Paz a los hombres de buena voluntad! » Dios<br />

sólo es la causa de vuestro dolor; poneos por completo en sus<br />

manos y soportad con confianza su operación dolorosa, pero<br />

llena de vida.<br />

Artículo 1º.- Las tinieblas del espíritu<br />

Somos «hijos de la luz», y debemos amar la luz. Nunca<br />

poseeremos con sobrada abundancia la ciencia de los santos,<br />

nunca nuestra fe será suficientemente clara, sino que, por el<br />

contrario, quedará siempre oscura aquí abajo, sin llegar a ser<br />

clara visión. Sin embargo, la sombra disminuye, la luz<br />

aumenta con el estudio y la meditación, y mejor aún, a medida<br />

que el alma se hace más pura y se une más a Dios. Asimismo<br />

en nuestra conducta preferimos con razón el camino de la luz,<br />

por cuyo medio se ve con claridad el deber. ¡Es tan dulce y tan<br />

animosa la seguridad de que se hace la voluntad de Dios!<br />

Mas el Señor no quiere que siempre tengamos esta<br />

consolación. «Hoy -dice el venerable Luis de Blosio- el Sol de<br />

justicia extiende sus rayos sobre nuestra alma, disipa sus<br />

tinieblas, calma sus tempestades, os comunica una dichosa<br />

tranquilidad; pero si este astro brillante quiere ocultar su luz,<br />

¿quién le forzará a esparcirla? Pues no dudéis que se oculta<br />

algunas veces, y preparaos para estos momentos de<br />

oscuridad en que, desapareciendo estas divinas claridades,<br />

quedaréis sumergidos en las tinieblas, en la turbación y en la<br />

agitación.»<br />

La sequedad obstinada llega a ser una verdadera noche, a<br />

medida que los pensamientos vienen a ser más claros y los<br />

afectos más áridos. Dios cuenta con otros muchos medios<br />

para producir las tinieblas y hacerlas tan densas como le<br />

agrade, sea que se trate de nuestra vida interior o de la<br />

conducta del prójimo. Aterrada, desconcertada, el alma se<br />

preguntará si quizá Dios se habrá retirado descontento. Le<br />

parecerá que son inútiles sus trabajos, y que no adelanta ni en<br />

la virtud ni en la oración, y hasta es posible que el tentador<br />

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