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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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definitiva sino un niño, un niño de un día y de una hora, que no<br />

tiene de sí y por sí solo ni pensamiento, ni palabra, ni<br />

movimiento, ni vida; un niño pequeño oculto en el seno,<br />

llevado en brazos, entregado a los derechos, a las voluntades,<br />

al beneplácito, a las costumbres, a las sonrisas infantiles, a las<br />

caricias sin igual, al amor infinito de la Divinidad que es su<br />

padre y su madre. Todo esto copia el alma abandonada, pues<br />

siendo Dios nuestro Padre, ¿qué son respecto a El nuestra<br />

edad, nuestra talla y nuestra actitud? Aun cuando fuéramos un<br />

San Pedro, o un San Pablo o cualquiera de esos gigantes en<br />

la santidad, ¿seríamos alguna vez grandes delante de Dios?»<br />

Si pudiéramos seguir la vida de Nuestro Señor Jesucristo<br />

hasta en sus mismos actos, hallaríamos por todas partes el<br />

amor, la confianza, la docilidad, el abandono infantil de un<br />

niño. Citemos tan sólo algunos ejemplos de San Francisco de<br />

Sales.<br />

«Ved al pobre Niño en la cueva, que recibe la pobreza, la<br />

desnudez, la compañía de los animales, todas las<br />

inclemencias del tiempo, el frío y todo cuanto permite su Padre<br />

que le venga. No está escrito que haya extendido sus manos<br />

en busca del seno de su Madre, mas no rehúsa los pequeños<br />

alivios que Ella le da. Recibe los servicios de San José, las<br />

adoraciones de los reyes y de los pastores, y todo con la<br />

misma igualdad de ánimo. Así nada debemos nosotros desear<br />

ni nada rehusar, sino sufrir y recibir con igualdad de ánimo<br />

todo lo que la Providencia permita que nos suceda.»<br />

«Si se hubiera preguntado al dulce Niño Jesús llevado en<br />

brazos de su Madre, a dónde iba, ¿no hubiera tenido razón en<br />

responder: Yo no voy, es mi Madre la que va por mí?, y a<br />

quien le hubiera preguntado: Pero al menos, ¿no vais Vos con<br />

vuestra Madre?, hubiera podido con razón decirle: No; yo no<br />

voy en manera alguna, o si voy allí donde mi Madre me lleva,<br />

no es por mis propios pasos, es por los pasos de mi Madre<br />

que voy. A la manera que mi Madre va por mí, así Ella quiere<br />

por mí y yo la dejo igualmente el cuidado de ir como el de<br />

querer. Su voluntad basta para Ella y para mí, sin que yo<br />

tenga querer alguno en lo tocante a ir o venir; no me importa si<br />

camina aprisa o despacio, si va por ésta o la otra parte; no me<br />

opongo a su deseo de ir acá o allá y me contento con estar<br />

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