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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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es mucho menos de lo que comúnmente se cree. Tanto más,<br />

cuanto que muchas almas son contemplativas sin saberlo su<br />

confesor, y hasta sin sospecharlo ellas mismas: «Son éstos,<br />

según expresión de Bossuet, los juegos maravillosos de la<br />

divina Sabiduría que oculta a las almas lo que les da, y que les<br />

hace buscar la contemplación que ya poseen.»<br />

Debiera, empero, el estado místico ser harto más<br />

frecuente. Son numerosas las almas que Dios querría<br />

conducir allí y se quedan en mitad del camino. Algunos<br />

podrían decir con el enfermo del Evangelio: «Hominem non<br />

habeo»; no tengo quien me introduzca en la piscina, y hasta<br />

encuentro quienes me impiden entrar en ella. Otras están<br />

retenidas por la fatiga, la agitación, los escrúpulos; pero la<br />

mayor parte no aprecian esta perla preciosa en su valor, no<br />

han hecho lo necesario para conseguirla, no han cultivado<br />

suficientemente la abnegación, la obediencia, la humildad.<br />

Esta es la causa principal de que no haya más contemplativos.<br />

Con razón decía Santa Catalina de Bolonia: «Si hoy se hallase<br />

una Magdalena que amase a Dios con más ardor que la del<br />

Evangelio, Dios también le correspondería con más amor y le<br />

concedería dones más excelentes; si existiera un Francisco<br />

que abrazase por El más sufrimientos que San Francisco de<br />

Asís, le colmaría de más numerosos y preciados favores; si<br />

hubiese una Clara que por su santidad fuese más agradable a<br />

Dios que Santa Clara, la enriquecería de gracias más<br />

preciosas.»<br />

De esta exposición dimanan las conclusiones siguientes:<br />

No estamos obligados a desear el estado místico, y Dios<br />

tampoco lo está a dárnoslo, porque no constituye la<br />

perfección, ni el único camino para llegar a ella.<br />

Tenemos legítimo derecho a desearlo y pedirlo hasta con<br />

instancias, por la sobreabundancia de luz y de amor, por el<br />

aumento de fuerza que nos proporciona. Es muy bueno<br />

tenerlo a la vista, aunque sólo fuese como un ideal lejano,<br />

pues sería poderoso estimulante de nuestra actividad<br />

espiritual.<br />

Hemos de disponemos a él, porque, en definitiva, la<br />

preparación que de nosotros depende, no es otra cosa sino el<br />

fiel cumplimiento de los deberes diarios y la práctica de la<br />

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