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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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las divinas ternuras, para robustecer la debilidad de la<br />

naturaleza y el reinado de la santa dilección, será, pues,<br />

imprescindible la acción lenta y dolorosa de la prueba bien<br />

aceptada. Dejémonos crucificar de buena gana: en el Calvario<br />

fue dada a luz nuestra alma y en la cruz hallará siempre la<br />

vida. El dolor es, pues, el alimento necesario del santo amor y<br />

por cierto muy sustancial. Un alma iluminada lo declara así:<br />

tanto más experimenta un alma que Dios se le comunica y le<br />

abraza, cuanto la favorece más el Señor, permitiendo que sea<br />

humillada y que reconozca su incapacidad y que sienta su<br />

inutilidad. «El amor divino crece en el dolor. Cuando éste es<br />

más punzante, tanto más vivos son los ardores del santo<br />

amor. Cuanto más pesa la tristeza sobre un alma, tanto más<br />

siente las llamas del divino amor, y su corazón deja escapar<br />

palabras de fuego.» Nuestro Señor le pondrá frecuentemente<br />

en la imposibilidad de comulgar a causa de enfermedad, pero<br />

El compensará esta privación del pan eucarístico, partiendo en<br />

mayor abundancia el pan de la tribulación. En una palabra, «el<br />

dolor es el pan sustancial de que Jesús quiere alimentarla»;<br />

ella lo entiende así y pide tan sólo que no se harte jamás de<br />

este manjar divino. Este es el lenguaje de todas las almas<br />

grandes, que por alcanzar la unión tan deseada con el Dios de<br />

su corazón, atravesarían el fuego y el hielo, sin que esto<br />

quiera decir que son insensibles al dolor.<br />

Mas el amor dulcifica el padecimiento, y hasta lo busca y<br />

desea. «¡Cuántas crucecitas encuentro cada día!, decía un<br />

alma ardiente. Amo esas cruces, aun cuando me causan<br />

mucho dolor, porque si no lo sintiera me parecería que no<br />

amo. Si no padeciera, amando tantísimo a mi Dios, no sería<br />

feliz y me creería juguete del demonio.» La venerable María<br />

Magdalena Postel dice: «Cuando se ama, no hay trabajo para<br />

el que ama, pues es tanta la dicha que se halla en padecer por<br />

el objeto amado.» Y San Francisco de Sales nos revelará el<br />

secreto de este heroísmo: Ved las aflicciones en sí mismas,<br />

son pavorosas, vedlas en la voluntad divina, son amores y<br />

delicias. Si miramos las aflicciones fuera de la voluntad de<br />

Dios, tienen su amargura natural; mas considéreselas en este<br />

beneplácito eterno y son todo oro, amables y preciosas,<br />

mucho más de lo que puede decirse. Las medicinas<br />

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