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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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comparable al corazón de una madre por el olvido de sí, el<br />

afecto profundo, la misericordia incansable; nada inspira tanta<br />

confianza y abandono. Y, sin embargo, Dios sobrepasa<br />

infinitamente para nosotros a la mejor de las madres. «¿Puede<br />

una madre olvidar a su hijo, y no apiadarse del fruto de sus<br />

entrañas?, pues aunque se olvidara, yo no me olvidaré de<br />

vosotros» «El que ha amado al mundo hasta el extremo de<br />

darle su Hijo unigénito», ¿qué nos podrá negar? Sabe mejor<br />

que nosotros lo que necesitamos para el cuerpo y para el<br />

alma; quiere ser rogado, tan sólo nos echará en cara el no<br />

haber suplicado bastante, y no dará una piedra a su hijo que le<br />

pide pan. Si es preciso que se muestre severo para impedir<br />

que corramos a nuestra perdición, su corazón es quien arma<br />

su brazo; cuenta los golpes y en cuanto lo juzgue oportuno,<br />

enjugará nuestras lágrimas y derramará el bálsamo sobre la<br />

herida. Creamos en el amor de Dios para con nosotros y no<br />

dudemos jamás del corazón de nuestro Padre.<br />

Es nuestro Redentor, que vela sobre nosotros; es más que<br />

un hermano, más que un amigo incomparable, es el médico<br />

de nuestras almas, nuestro Salvador por voluntad propia. Ha<br />

venido a «salvar el mundo de sus pecados», curar las<br />

dolencias espirituales, traernos «la vida y una vida más<br />

abundante», «encender sobre la tierra el fuego del cielo».<br />

Salvarnos, he aquí su misión; salir bien en esta misión, he<br />

aquí su gloria y su dicha. ¿Podrá El no sentir interés por<br />

nosotros? Su vida de trabajos y humillaciones, su cuerpo<br />

surcado de heridas, su alma llena de dolor, el calvario y el<br />

altar, todo nos muestra que ha hecho por nosotros locuras de<br />

amor. «¡Nos ha adquirido a tan alto precio! » ¿Cómo no le<br />

hemos de ser queridos? ¿En quién pudiéramos tener<br />

confianza, si no en este dulce Salvador, sin el cual estaríamos<br />

perdidos? Por otra parte, ¿no es Él el Esposo de nuestras<br />

almas? Abnegado, tierno y misericordioso para con cada una,<br />

ama con marcada dilección a aquellas que todo lo han dejado<br />

por adherirse sólo a El. Tiene sus delicias en verlas cerca de<br />

su tabernáculo y vivir con ellas en la más dulce intimidad.<br />

«Cuando os hallareis en la aflicción -dice el P. de la<br />

Colombière-, considerad que el autor de ella es Aquel mismo<br />

que ha querido pasar toda su vida en los dolores, para con<br />

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