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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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enfermedades espirituales, las tentaciones, las faltas mismas<br />

vienen a ser, por medio de su gracia, poderosos instrumentos<br />

de santificación. Mostróle Jesús cómo escucha las oraciones<br />

de sus amigos, aun en aquellas ocasiones en que se creen<br />

olvidados o rechazados; cómo a sus ojos la intención avalora<br />

sus actos; cómo -en los fracasos- los buenos deseos pasan y<br />

son considerados como obras. Le reveló también la elevada<br />

perfección de un abandono completo al divino beneplácito, y la<br />

alegría que halla su corazón al ver un alma entregarse<br />

ciegamente a los cuidados de su Providencia y de su amor.»<br />

Santa Gertrudis comprendió estas divinas enseñanzas, y<br />

tan profundamente las grabó en su corazón, que supo repetir<br />

en cualquiera ocasión con nuestro Maestro: «Sí, Padre mío,<br />

puesto que tal es vuestro beneplácito.» Si queremos también<br />

nosotros entonar continuamente este himno del abandono,<br />

debemos penetrarnos de estas verdades saludables, nutrirnos<br />

de ellas a satisfacción en la oración y piadosas lecturas, de<br />

suerte que poco a poco nos formemos un estado de espíritu<br />

conforme al Evangelio. Hasta será conveniente, dado el caso,<br />

no cerrar los ojos a esta luz de la fe para no mirar sino el lado<br />

desagradable de los acontecimientos. Este aviso es de la más<br />

alta importancia, porque la naturaleza orgullosa y sensual no<br />

gusta de ser contrariada, humillada, molestada en sus<br />

comodidades, privada de gozos y saturada de sufrimientos.<br />

Rebélase entonces, entregada por completo al sentimiento de<br />

su dolor, murmura contra la prueba y contra los causantes de<br />

ella, olvida a Dios que nos la envía, sin pensar en los frutos de<br />

santidad que de ahí espera El sacar. De aquí proviene tanta<br />

turbación, inquietud y amargura, cuando por el contrario, esta<br />

dañosa agitación debiera hacer comprender que nuestra vista<br />

se extravía y la voluntad se doblega. ¡ Dichosos aquellos que<br />

poseen la sabiduría de ver la mano de nuestro Padre celestial<br />

en todos los acontecimientos, agradables o penosos, y no<br />

mirarlos sino a la luz de la eternidad!<br />

Si el desprendimiento universal, la fe viva y la confianza en<br />

la Providencia nos disponen admirablemente al Santo<br />

Abandono, es el amor de Dios quien lo realiza en nosotros. A<br />

El solo pertenece fundir nuestra voluntad en la de Dios, y dar a<br />

esta unión tan íntima el carácter de amorosa intimidad y de<br />

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