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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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ella cual compañera inseparable, y ella la había acogido como<br />

a un amigo y a un bienhechor. Estaba a veces pálida, tan<br />

sofocada que parecía a punto de expirar. « Gracias, Dios mío<br />

-decía entonces-, que se haga vuestra voluntad. ¡Más, Señor,<br />

más! » Un día que se le compadecía, exclamó: « ¡Oh!, no es<br />

nada. Mucho más ha sufrido el Salvador por nosotros.»<br />

Comenzó después a cantar como si fuera una joven de quince<br />

anos: «¿Cuándo te veré, oh bella patria?»<br />

Artículo 2º.- Las consecuencias de la enfermedad<br />

La prolongación de la enfermedad, la incapacidad para<br />

muchas cosas que la acompañan o que la siguen, agravan no<br />

poco las molestias que ocasiona: y todo esto ha de ser objeto<br />

de un filial y confiado abandono.<br />

Siendo «el Altísimo quien ha creado los médicos y<br />

remedios», entra en el orden de la Providencia que se recurra<br />

a ellos en la necesidad; los seglares con una prudente<br />

moderación, y los religiosos según la obediencia. Mas Dios<br />

tiene en su soberana mano el mal, el remedio y el médico.<br />

«No son las hierbas y las cataplasmas, es vuestra palabra,<br />

Señor, la que todo lo cura» Dios ha sanado en otro tiempo,<br />

sanará ahora si le place, sin el menor socorro humano, como<br />

cuando Nuestro Señor devolvía la salud con una palabra. El<br />

sanó en otro tiempo, sana aún si le place, por medios<br />

inofensivos mas sin valor curativo, por ejemplo: cuando Eliseo<br />

enviaba a Naamán a bañarse siete veces en el Jordán, o<br />

Jesús imponía las manos a los enfermos, o les untaba con un<br />

poco de saliva. El ha sanado en otro tiempo, y sana aún si le<br />

place, por medios al parecer contrarios, como cuando Jesús<br />

frotó con lodo los ojos del ciego de nacimiento. Y a pesar de la<br />

ciencia de los doctores, a pesar de la abnegación de los<br />

enfermos, a pesar de la energía de los remedios, deja<br />

empeorar al que quiere, y todos terminan por morir, así el<br />

sabio más famoso como el último de los vivientes. Dios es,<br />

pues, el Dueño absoluto de la naturaleza, de la salud y de la<br />

enfermedad. En El se ha de creer y no conviene tener como<br />

Asá una confianza exagerada en los medios humanos, porque<br />

El les otorga o niega el resultado según le place. Si, pues, a<br />

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