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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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mucho distaba de ser un genio, pero era profundamente<br />

humilde. Cerca de él había multitud de otros más sabios, y con<br />

más dotes naturales; pero, como no estaban de manera tan<br />

absoluta en manos de Dios, no han podido igualar a ese<br />

modesto obrero.<br />

¿Quién hará servir mejor los dones naturales a su<br />

santificación? Tampoco será siempre el mejor dotado, sino el<br />

más esclarecido por la fe, el más humilde y el más obediente.<br />

¿No se han visto con frecuencia hombres enriquecidos en<br />

todo género de dones, dilapidar la vida presente y<br />

comprometer su eternidad; mientras que otros con menos<br />

talento y cultura, se muestran infinitamente más sabios,<br />

porque vuelven por completo a Dios y no viven sino para El?<br />

Cierta religiosa deploraba un día en presencia de Nuestro<br />

Señor lo que. ella llamaba su «nulidad», y sufría más que de<br />

costumbre al sentirse tan inútil, cuando la vino este<br />

pensamiento: «puedo sufrir, puedo amar, y para estas dos<br />

cosas no necesito ni talento ni salud. ¡Dios mío, qué bueno<br />

sois! ¡Aun siendo la nada que soy, puedo glorificaros, puedo<br />

salvaros muchas almas». «¡Qué!, preguntaba el<br />

bienaventurado Egidio a San Buenaventura, ¿no puede un<br />

ignorante amar a Dios tanto como el más sabio doctor? Sí,<br />

hermano mío, y hasta una pobre viejecita sin ciencia puede<br />

amar a Dios tanto, y aun más que un Maestro en Teología.» Y<br />

el Santo Hermano transportado de gozo, corre a la huerta y<br />

comienza a gritar: «Venid, hombres simples y sin letras, venid,<br />

mujercillas pobres e ignorantes, venid a amar a Nuestro<br />

Señor, pues podéis amarle tanto y aun más que Fray<br />

Buenaventura y los más hábiles teólogos.»<br />

Artículo 5º.- Los empleos<br />

El que es dueño de sí mismo, busca una ocupación en<br />

armonía con sus gustos y aptitudes, y ha de seguir en todo las<br />

reglas de la prudencia cristiana. En nuestros Monasterios no<br />

podemos hacer la elección por nosotros mismos; es la<br />

obediencia la que nos destina a continuar en nuestro puesto<br />

de la Comunidad o a desempeñar tal o cual empleo, tal cargo<br />

espiritual. En esto habrá, pues, materia de abandono y<br />

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