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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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mil veces por día, con más ardor y solicitud que una madre<br />

inclinada sobre la cuna de su hijo? Sí, verdaderamente, «Dios<br />

es amor». Cuando está con sus hijos, olvida de intento su<br />

grandeza y nuestra pequeñez; no es sino un padre,<br />

haciéndose del todo pequeño con los pequeñitos porque los<br />

ama.<br />

Nuestro Padre San Bernardo es inagotable cuando<br />

describe la dulce intimidad de algunas almas con Dios. «El<br />

amado -dice- está presente, apártase el maestro, desaparece<br />

el rey, ocúltase la majestad, cede el temor a la fuerza del<br />

amor. Así como en otro tiempo Moisés hablaba a Dios como<br />

un amigo con su amigo y Dios le respondía, así ahora,<br />

fórmase entre el Verbo y el alma una comunicación familiar<br />

como la de dos personas que viven bajo el mismo techo.<br />

¿Qué tiene de extraño? Como su amor no tiene sino un mismo<br />

origen, es reciproco y mutuas las caricias. Palabras más<br />

dulces que la miel escápanse de ambos corazones, uno y otro<br />

dirígense miradas de una infinita dulzura, señales de mutua<br />

ternura.» Esta condescendencia divina es harto maravillosa;<br />

mas, «Dios también ama, y su amor no le viene de otra parte,<br />

porque El mismo es la fuente; ama con tanta más fuerza<br />

cuanto que no sólo tiene amor, sino que es el amor mismo, y a<br />

los que ama, trátalos como amigos, no como a servidores. Ved<br />

cómo la majestad misma cede su puesto al amor. Porque es<br />

propio del amor no considerar a nadie bajo de si, a nadie<br />

sobre sí; grandes y pequeños, pónelos todos al mismo nivel y<br />

no hace de ellos sino una misma cosa». «¿Y de dónde le<br />

viene al alma este atrevimiento? Siente que ama a Dios y que<br />

ella le ama con ardor; desde este momento no puede dudar<br />

que sea también intensamente amada. ¿No consiste su única<br />

aplicación en buscar de continuo y con todo su corazón los<br />

medios de agradar a Dios? Conforme a su celo y a sus<br />

esfuerzos juzga, sin duda, que Dios ha de pagarla en la misma<br />

moneda, no olvidando la promesa del Señor: Con la medida<br />

que midiereis, seréis medidos. Lo diré mejor: sabe que su<br />

Amado la aventaja; por lo que en si propia experimenta<br />

reconoce lo que pasa en Dios; no duda que sea amada,<br />

puesto que ella ama; y la verdad que así es. El amor de Dios<br />

al alma es el que produce el amor del alma a Dios.» «Ved,<br />

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