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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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exige que hagamos cuanto está de nuestra parte por la<br />

fidelidad en conservar cada virtud según nuestra condición y<br />

vocación. Nos quiere así acostumbrar a tender a la perfección<br />

por grados con un corazón tranquilo. Por lo que mira a llegar a<br />

ella más pronto o más tarde, pide que lo dejemos a su<br />

Providencia; y suavemente nos conducirá, de suerte que<br />

moderemos la impaciencia de nuestros deseos y nos<br />

conservemos en la humildad.<br />

3º.- Algunos medios de practicar la virtud. Dios se reserva<br />

el intervenir a su tiempo y como le plazca, para allanar los<br />

obstáculos, suscitar las ocasiones y facilitar el trabajo. Lo hace<br />

por cada acontecimiento de su beneplácito, empleando a<br />

todos los hombres en los intereses de su gloria, «pero a unos<br />

en la acción más que en el sufrimiento, a otros por el martirio,<br />

las persecuciones, la mortificación voluntaria, la enfermedad,<br />

etc. Nuestro papel consiste en hacernos indiferentes a todas<br />

estas cosas y esperar el divino beneplácito, y después, en<br />

abrazar su santa voluntad y estrecharla con amor así que<br />

aparezca claramente». ¿Acaso no es ella soberanamente<br />

sabia, paternal y saludable? Por otra parte, nadie tiene<br />

derecho a pedir cuenta a Dios de por qué nos pone aquí o por<br />

qué no nos conduce de otra manera. Mucho menos podemos<br />

exigir de El algunas de esas intervenciones especiales, en que<br />

su acción singularmente poderosa ilumina, abrasa, transforma<br />

las almas, o al menos las hace realizar un sensible progreso<br />

en poco tiempo y como sin esfuerzo de su parte. Santa Teresa<br />

en varios lugares de su Vida señala casos de este género.<br />

Cuenta en particular cómo el primer rapto con que el Señor la<br />

favoreció despególa súbitamente de ciertas amistades muy<br />

inocentes, pero a las que estaba muy apegada, y cómo<br />

después le era imposible entablar otras de las que no fuere<br />

Dios el único lazo. Mas estas ascensiones rápidas, estas<br />

iluminaciones súbitas, estas transformaciones sorprendentes<br />

no son sino muy raras excepciones. Dios, habiéndonos dotado<br />

de inteligencia y de voluntad libre, poniendo su gracia a<br />

nuestra disposición, «nos ha dejado en manos de nuestro<br />

consejo»; y así a nuestra actividad espiritual es a la que<br />

debemos exigir la práctica de las virtudes. Sería harto<br />

temerario y hasta insensato quien, contando con<br />

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