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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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soy pobre, mas os doy todo cuando puedo; después que os he<br />

dado mi voluntad, nada me queda que ofreceros.» Así habla<br />

San Alfonso.<br />

Es también el amor más puro y más desinteresado.<br />

Numerosas son las almas que de buen grado permanecen con<br />

Jesús hasta el partir del pan; muy raras las que le siguen<br />

hasta las inmolaciones del Calvario. Fácil es amar a Dios<br />

cuando se da entre las dulzuras, los ardores y los transportes.<br />

Es más digno olvidarse de sí mismo y darse todo a Dios, hasta<br />

el punto de poner su satisfacción en la de Dios, hacer de la<br />

voluntad de Dios la suya propia, cuando precisamente aquélla<br />

se propone sin la menor duda conducirnos en pos de Jesús<br />

crucificado. «Esta es dice el Padre Piny- la manera más noble,<br />

más perfecta y más pura de amar. Si se puede medir el amor<br />

que nosotros tenemos a Dios por la grandeza de los sacrificios<br />

que estamos dispuestos a hacer por El, ¿qué amor puede ser<br />

más puro y más grande que el de las almas que abandonan al<br />

divino beneplácito no tan sólo sus bienes temporales, su<br />

reputación, su salud y su vida, sino hasta el interior de su alma<br />

y su eternidad, para no querer en todo esto sino el orden y la<br />

voluntad de Dios? ¿No pudiera decirse que su amor está<br />

enteramente libre de todo propio interés, puesto que ellas se<br />

ponen en este estado de víctimas, consintiendo en que Dios<br />

las destruya en cualquier momento, y que haga un sacrificio<br />

continuo de la voluntad de ellas a la suya?»<br />

Pudiéramos añadir que un alma, ejercitándose en el Santo<br />

Abandono, se forma al propio tiempo de la manera más<br />

acabada en todas las virtudes, pues encuentra a cada paso<br />

ocasión de practicar tanto la humildad como la obediencia, la<br />

paciencia o la pobreza, etc., y que el Santo Abandono eleva<br />

unas y otras a su más alta perfección. Pruébalo profusamente<br />

el Padre Piny; y para abreviar remitimos al lector a su precioso<br />

opúsculo, bastándonos decir con San Francisco de Sales: «El<br />

abandono es la virtud de las virtudes; es la flor y nata de la<br />

caridad, el perfume de la humildad, el mérito, así parece, de la<br />

paciencia, y el fruto de la perseverancia; grande es esta virtud<br />

y la única digna de ser practicada por los hijos más queridos<br />

de Dios.»<br />

Mas si el abandono perfecciona las virtudes, perfecciona<br />

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