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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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confianza en Dios, con paz y dulzura, será esto seguro<br />

remedio para lo pasado, un socorro poderoso para el<br />

presente, un eficaz preservativo para el porvenir. Mas el<br />

abandono bien comprendido ha de librarnos de esta<br />

impaciencia que hace deseemos llegar de un salto a la<br />

cumbre de la montaña, de la santidad y que sólo consigue<br />

alejarnos de ella. El único camino es el de la humildad; y la<br />

impaciencia es una de las formas del orgullo. Trabajemos con<br />

todas nuestras fuerzas en la corrección de nuestros defectos,<br />

mas resignémonos a no conseguirlo en un solo día. Pidamos a<br />

Dios con las más vivas instancias y confianza más filial, esta<br />

gracia decisiva que nos arrancará por completo de nosotros<br />

mismos para hacernos vivir únicamente en El y dejémosle con<br />

filial abandono el cuidado de determinar el día y la hora en que<br />

tal gracia ha de sernos otorgada.»<br />

9. <strong>LA</strong>S PRUEBAS INTERIORES EN GENERAL<br />

Hemos considerado ya los bienes y los males temporales,<br />

la esencia de la vida espiritual y sus modalidades extrínsecas.<br />

Réstanos estudiar las penas de la vida interior; primero en<br />

general, y después algunas en particular, como las<br />

tentaciones, las arideces, las oscuridades, etc. Allí en donde el<br />

abandono será moneda corriente, pues, estas pruebas son<br />

inevitables y muy frecuentes; según San Alfonso, constituyen<br />

«la más amarga de todas las penas posibles».<br />

«No hay día -dice San Francisco de Sales- que se parezca<br />

enteramente a otro; y así los hay nebulosos, de lluvia, secos y<br />

de viento. Otro tanto sucede en el hombre: su vida se desliza<br />

como el agua, flotando y ondulando en una continua<br />

diversidad de movimientos que, ya le levantan a la esperanza,<br />

ya le abaten por el temor, ya le tuercen a la derecha por los<br />

consuelos, ya a la izquierda por la aflicción; de suerte que<br />

nunca se halla en un mismo estado... Quisiéramos no hallar<br />

ninguna dificultad, ninguna contradicción, ninguna pena, sino<br />

más bien consolaciones sin arideces, reposo sin trabajo, paz<br />

sin turbación, pero, ¿no es esto una locura? Pretendemos un<br />

imposible, pues solución tan completa sólo se halla en el<br />

paraíso o en el infierno; en el paraíso: el bien, el reposo, la<br />

consolación sin mezcla alguna de mal, de turbación ni de<br />

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