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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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nuestras miserias y casi sin medida. ¡Bello ejemplo que ha<br />

movido profundamente a los santos y que confundirá nuestra<br />

tibieza! Por grande que sea nuestro celo, ¿podrá compararse<br />

con el de Dios?<br />

A la manera de Dios es como se precisa amar a las almas,<br />

conformándonos con su conducta y con el orden de su<br />

Providencia, habiéndonos Dios hecho libres, jamás hará<br />

violencia a nuestra voluntad, pero da a todos con abundancia,<br />

a unos más a otros menos, en la medida y tiempo y en la<br />

forma que a El le place. También nosotros daremos a todos,<br />

en especial a aquellos que deben sernos más amados; la<br />

oración, el ejemplo y el sacrificio; pondremos cuidado<br />

particular en la oración pública, si nos hallamos honrados con<br />

este sublime apostolado, y si por cualquier otro título nos son<br />

confiadas las almas, cuidaremos de ellas con un celo<br />

proporcionado al amor que Dios las tiene, al precio que tienen<br />

ante sus ojos. Cumpliremos nuestro deber y orando con<br />

incansable fervor conservaremos la paz, por el debido respeto<br />

a los derechos de Dios y al orden de su Providencia; puesto<br />

que es dueño de sus dones y ha juzgado conveniente otorgar<br />

a las almas libre albedrío.<br />

No faltarán decepciones. Dios mismo, por mas que posea<br />

la llave de los corazones, no penetra por la fuerza, se detiene<br />

a la puerta y llama. Mas he aquí el misterio de la gracia y de la<br />

correspondencia: el uno se apresura, el otro rehúsa abrir;<br />

muchos no ponen atención, y con harta frecuencia Dios queda<br />

fuera. Nuestro dulce Salvador, el bienhechor y el amigo por<br />

excelencia, ha venido a sus dominios y los suyos no le han<br />

recibido, sino que los mal intencionados tratan de sorprenderle<br />

en sus palabras y discursos; la multitud se retira, Judas le<br />

traiciona, los demás Apóstoles huyen y, cuando cae bajo los<br />

golpes de sus enemigos, su Iglesia no es sino frágil arbolillo<br />

combatido por la tempestad. Los discípulos no han de ser más<br />

que su Maestro: a pesar de los prodigios que obran, los<br />

Apóstoles terminan por dejarse matar, dejando un rebaño,<br />

débil aún, en medio de lobos; si algunos santos han<br />

conseguido los éxitos más brillantes, otros, y no de los<br />

menores, han fracasado en apariencia y hasta el fin. Para no<br />

citar sino a San Alfonso, diremos que sus primeros discípulos<br />

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