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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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de virtudes y méritos. ¿Qué más se necesita? Este es el<br />

verdadero camino de la perfección, camino enteramente<br />

seguro y que nos ofrece horizontes dilatados.<br />

La impotencia puede manifestarse sobre todo con respecto<br />

a los actos interiores y a la oración, y aun aquí no es sino<br />

relativa. «Siéntese el alma -dice San Alfonso- como incapaz<br />

de elevarse a Dios y de producir acto alguno de caridad, de<br />

contrición, de resignación. Pero, ¿qué importa? Basta hacer<br />

un ensayo, aunque sólo sea con la parte superior de la<br />

voluntad. Entonces, por más que estos actos estén para vos<br />

desprovistos de fervor y de gusto y hasta parezcan<br />

impracticables, Dios los acepta y los tiene por agradables. Sin<br />

embargo, aun en medio de esta oscuridad, una cosa es<br />

todavía posible: anonadarnos delante de Dios, confesar<br />

nuestra miseria arrojándonos en el seno de su misericordia. Y<br />

después, no olvidemos que es preciso orar en cualquier<br />

estado en que nos encontremos; en las tinieblas y en la luz es<br />

preciso clamar a Dios: Señor, conducidme por el camino que<br />

os plazca, y haced que cumpla vuestra voluntad, pues no<br />

quiero otra cosa.»<br />

Si apenas acertamos a expresar nuestros deseos, palabras<br />

y sentimientos, podemos al menos mantenernos con espíritu<br />

de fe en la presencia de Dios con un real deseo de recibir su<br />

gracia según nuestras necesidades, lo que constituye una<br />

verdadera oración, porque Dios ve la preparación de nuestro<br />

corazón, y entiende lo que nosotros no sabemos decirle. En<br />

una palabra, nuestra impotencia se refiere tan sólo a lo que<br />

Dios no quiere de nosotros en este momento, y por tanto, no<br />

nos sería conveniente salir airosos como fuera nuestro deseo.<br />

Quizá el buen Maestro quiere tan sólo probarnos para que<br />

arraiguemos más hondo en la humildad, en el desasimiento,<br />

en el santo abandono. Para esto, suprimirá las consolaciones<br />

sensibles y las dulzuras espirituales, reemplazándolas con la<br />

oscuridad, con la insensibilidad, y aun con el hastío. Nos<br />

convendrá mantenernos constantes en nuestro deber, no<br />

descuidar la oración, sino soportar animosamente la prueba,<br />

atenuándola, si es posible, por medio de un libro y otras<br />

piadosas prácticas que la experiencia sugiera. Quizá Dios se<br />

proponga hacernos pasar de estas vías comunes a las<br />

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