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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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que os conceda la fuerza de amarle aun en este caso, y de<br />

hacer todo lo que El quiere? «Un amor fuerte agrada a Dios<br />

más que un amor tierno.» Sometámonos con humildad a la<br />

voluntad divina «y la desolación nos será más ventajosa que<br />

la consolación». He aquí la magnífica oración que el Santo<br />

nos enseña:<br />

«¡Jesús mío, mi esperanza, mi amor, el único amor de mi<br />

alma! No merezco que me deis consolaciones y dulzuras;<br />

reservadlas para las almas inocentes que os han amado<br />

siempre. En cuanto a mí que siempre os he ofendido, me<br />

reconozco indigno de ellas, no os las pido. Ved lo que<br />

únicamente deseo: haced que os ame, haced que cumpla<br />

vuestra voluntad en todo el curso de mi vida, y después<br />

disponed de mí como os plazca. ¡Desdichado de mí! Otras<br />

tinieblas, otros temores, otros olvidos hubiera de padecer para<br />

expiar las ofensas que os he inferido; he merecido el infierno,<br />

en donde, separado de Vos y rechazado para siempre,<br />

debiera llorar eternamente sin poder amaros. ¡ Oh, Jesús mío!<br />

Alejad de mí esta pena, a todo lo demás me someto... Dadme<br />

la fuerza de vencer las tentaciones, de vencerme a mí mismo.<br />

Quiero ser todo vuestro: os doy mi cuerpo, mi alma, mi<br />

voluntad, mi libertad, que ya no quiero vivir para mí, sino para<br />

Vos sólo. Afligidme como os plazca, privadme de todo, con tal<br />

que me otorguéis vuestra gracia y vuestro amor.»<br />

Pero, ¿no os será permitido al menos desear y hasta pedir<br />

con instancia las consolaciones divinas, o el fin de las<br />

desolaciones?<br />

Lo podemos, a causa del fuerte apoyo que nos procuran<br />

los favores divinos y a causa de la postración que las<br />

continuas desolaciones pudieran dejarnos. El Espíritu Santo<br />

en los Salmos, la Iglesia en su Liturgia ponen en nuestros<br />

labios oraciones de este género, cuya legitimidad ningún autor<br />

católico ha puesto en tela de juicio. Todos, empero, nos<br />

encomiendan hacerlo tan sólo con intención pura, con corazón<br />

desprendido y voluntad sumisa. Mas, si están de acuerdo<br />

sobre el principio, no así en cuanto a la práctica. Álvarez Paz,<br />

Luis de Granada y otros, aconsejan con interés hacer esta<br />

petición. En cambio, San Francisco de Sales, aunque permite<br />

a su Filotea «invocar a Dios para que haga cesar el cierzo<br />

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