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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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nosotros la vida común con las renuncias que impone.<br />

«Por no haberte penetrado en este gran principio -escribía<br />

el P. de Caussade a una de sus dirigidas-, jamás habéis<br />

sabido someteros a ciertos estados y acontecimientos, ni, por<br />

consiguiente, permanecer en ellos firme y tranquila en la<br />

voluntad de Dios. El demonio siempre os ha tentado,<br />

inquietado, trastornado con cien ilusiones y falsos<br />

razonamientos en este punto. Tratad, pues yo os conjuro por<br />

el interés de vuestra salvación y de vuestro reposo, de libraros<br />

de semejante extravío de espíritu, y por el mismo hecho<br />

pondréis término a todos vuestros despechos y a todas las<br />

rebeldías de vuestro corazón.»<br />

Las penas de la vida de familia y de Comunidad no tanto<br />

constituyen con la oposición de humor o de carácter un<br />

obstáculo a nuestro progreso espiritual, como medio<br />

providencial y muy precioso. En nuestra falta de fe, de<br />

humildad y de abnegación ha de buscarse el origen de nuestro<br />

malestar, al que las dificultades le ofrecen tan sólo la ocasión<br />

de manifestarse. Proviniendo, pues, el mal de nosotros, ahí es<br />

donde es preciso aplicar el remedio, y ésta es la razón porque<br />

Dios nos ofrece estas oposiciones de carácter, estas pruebas<br />

crucificadoras y constantemente renovadas.<br />

¡Excelentes penitencias para las culpas pasadas! Porque<br />

«la caridad cubre la muchedumbre de los pecados», y Dios<br />

nos tratará como nosotros hubiéremos tratado a nuestros<br />

semejantes. Perdonemos, y El nos perdonará; olvidemos los<br />

agravios de nuestros hermanos y El olvidará los nuestros.<br />

Tengamos tolerancia para con nuestro prójimo, paciencia,<br />

misericordia, mansedumbre, y El, fiel a su palabra, hará otro<br />

tanto con nosotros. Es costoso sufrir así siempre, mas ¡qué<br />

seguridad, qué consuelo poder decir que a este precio se tiene<br />

derecho a contar con la divina misericordia!<br />

¡Excelente ejercicio de mortificación! Sin él, cuántas<br />

virtudes nos faltarían. Si queremos adquirir la tolerancia<br />

mutua, la paciencia y la abnegación, ¿no son necesarias<br />

personas que nos contraríen y que sepan hacerlo a tiempo y<br />

fuera de tiempo, y por decirlo así, sin piedad? Creeríamos<br />

conocernos bien y abrigaríamos quizá extrañas ilusiones, si<br />

unos y otros no viniesen en momento propicio a decirnos sin<br />

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