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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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viveza su amor y sus ternuras; y cual otro Moisés, trata con el<br />

Invisible como si le viese cara a cara. Por medio de esta fe<br />

viva, el abandono se toma fácil; sin ella no es posible elevarse<br />

a él de un modo habitual.<br />

Nada sucede en este mundo sin orden o permisión de<br />

Dios; todo cuanto existe ha sido creado por El, y todo lo<br />

creado lo conserva y gobierna enderezándolo hacia su fin. En<br />

tanto que rige los astros y preside las revoluciones de la tierra,<br />

concurre a los trabajos de la hormiga, al menor movimiento de<br />

los insectos que pululan en el aire y al de los millones de<br />

átomos contenidos en la gota de agua. Ni la hoja del árbol se<br />

agita, ni la brizna de hierba muere, ni el grano de arena es<br />

transportado por el viento sin su beneplácito. Vela con solicitud<br />

sobre las aves del cielo y sobre los lirios del campo, y pues<br />

nosotros valemos más que una bandada de pájaros, menos<br />

podrá olvidar a sus hijos de la tierra. Al padre de familia, a la<br />

vigilante solicitud de las madres pasarán inadvertidos mil<br />

detalles; Dios, empero, por su inteligencia infinita, posee el<br />

secreto de ordenar los incidentes de poca monta como los<br />

acontecimientos de mayor importancia. Y tanto es así, que<br />

todos nuestros cabellos están contados y ni uno solo cae de<br />

nuestra cabeza sin el permiso de Nuestro Padre que está en<br />

los cielos. ¿Cabe imaginar cosa más insignificante que la<br />

caída de uno de nuestros cabellos? Dios, sin embargo, piensa<br />

en ello. Con cuánta más razón pensará Dios en mí y proveerá<br />

a todo, «si tengo hambre, si tengo sed, si emprendo un<br />

trabajo, si he de elegir un estado de vida, si en este estado se<br />

ofrecen ciertas dificultades, si para resistir a tal tentación o<br />

cumplir tal deber necesito su gracia, si en mi camino hacia la<br />

eternidad tengo necesidad del pan cotidiano del alma y del<br />

cuerpo, si en los últimos momentos me es necesario un<br />

acrecentamiento de gracias; si postrado en el lecho de muerte,<br />

a punto de exhalar el postrer suspiro y abandonado de todos,<br />

me veo perdido.» De suerte que yo, que no soy sino un átomo<br />

insignificante del mundo, ocupo día y noche, sin cesar y en<br />

todas partes, el pensamiento y el corazón de mi Padre que<br />

está en los cielos. ¡Qué verdad más conmovedora y llena de<br />

consuelo!<br />

Mas si la Providencia combina por si misma sus designios<br />

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