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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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quejamos cuando Dios nos envía la confusión, se lo<br />

agradeceríamos como favor inapreciable, puesto que a<br />

trueque de una prueba corta y ligera oculta nuestras miserias<br />

de aquí abajo a casi todas las miradas y nos ahorra la<br />

vergüenza eterna. Y no digamos que somos inocentes en la<br />

presente circunstancia, pues no pocas de nuestras faltas han<br />

quedado impunes, y el castigo, por haberse diferido, no es<br />

menos merecido.<br />

San Pedro mártir, puesto injustamente en prisión,<br />

quejábase a Nuestro Señor de esta manera: «¿Qué crimen he<br />

cometido para recibir tal castigo?» «Y Yo, respondió el divino<br />

Crucificado, ¿por qué crimen fui puesto en la cruz?» La Iglesia<br />

en uno de sus cánticos dice que El «es solo Santo, solo Señor,<br />

solo Altísimo con el Espíritu Santo en la gloria del Padre», y<br />

con todo, vino a su reino y los suyos no le recibieron, sino que<br />

le llenaron de ultrajes y malos tratamientos, le acusaron, le<br />

condenaron, le posponen a un homicida, le conducen al<br />

suplicio entre dos ladrones, le insultan hasta en la Cruz; es el<br />

más despreciado, el último de los hombres; su faz adorable es<br />

maltratada con bofetadas, manchada con salivazos. No<br />

aparta, sin embargo, su cara, ni les dirige palabra alguna de<br />

reprensión, sino que adora en silencio la voluntad de su Padre<br />

y la reconoce enteramente justa, y la acepta con amor porque<br />

se ve cubierto de los pecados del mundo, ¿y nosotros, viles<br />

criaturas suyas, tantas veces culpables, miraríamos con<br />

deshonor participar de los abatimientos del Hijo de Dios y<br />

recibirlos humildemente sin decir palabra? ¿Sufriremos que la<br />

Santa Víctima padezca sola por faltas que son nuestras y no<br />

suyas, y no querremos beber en el cáliz de las humillaciones?<br />

¿Es esto justo y generoso? ¿No será más bien una<br />

vergüenza? ¿Cómo agradaremos con orgullo semejante a<br />

Aquel «que es manso y humilde de corazón»? ¿No tendría<br />

derecho a decirnos: «He sido calumniado, despreciado,<br />

tratado de insensato, y querrás tú que se te estime, y seguirás<br />

siendo todavía sensible a los desprecios»?<br />

Por otra parte, el amor quiere la semejanza con el objeto<br />

amado, y a medida que aquél crece, se acepta con más gusto<br />

y hasta se considera uno dichoso en compartir las<br />

humillaciones, las injurias y los oprobios de su Amado Jesús.<br />

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