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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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«Y a la verdad, siendo Dios mismo quien nos ha escogido<br />

nuestro estado de vida y los medios de santificarnos, nada<br />

puede ser mejor ni aun bueno para nosotros, fuera de esta<br />

elección suya. Santa fue por cierto la ocupación de Marta, dice<br />

un ilustre Fundador; santa también la contemplación de<br />

Magdalena, no menos que la penitencia y las lágrimas con<br />

que lavó los pies del Salvador; empero todas estas acciones,<br />

para ser meritorias, hubieron de ejecutarse en Betania, es<br />

decir, en la casa de la obediencia, según la etimología de esta<br />

palabra; como si Nuestro Señor, según observa San Bernardo,<br />

hubiera querido enseñarnos con esto que, ni el celo de las<br />

buenas obras, ni la dulzura en la contemplación de las cosas<br />

divinas, ni las lágrimas de la penitencia le hubiesen podido ser<br />

agradables fuera de Betania» .<br />

La obediencia a la voluntad de Dios significada es, por<br />

consiguiente, el medio normal para llegar a la perfección. Y no<br />

es que queramos desestimar, ni mucho menos, la sumisión a<br />

la voluntad de beneplácito, antes proclamamos su alta<br />

importancia y su influencia decisiva. Pues Dios con esa su<br />

voluntad nos depara y escoge los acontecimientos en vista de<br />

nuestras particulares necesidades, prestando de esta manera<br />

a la acción benéfica de nuestras reglas un apoyo siempre<br />

utilísimo y a veces un complemento necesario; apoyo y<br />

complemento tanto más precioso cuanto nos es más personal,<br />

al contrario de las prescripciones de nuestras reglas, que por<br />

fuerza han de ser generales. Sin embargo, no es menos cierto<br />

que la obediencia a la voluntad significada sigue siendo, en<br />

medio de los sucesos accidentales y variables, el medio fijo y<br />

regular, la tarea de todos los días y de cada instante. Por ella<br />

es preciso comenzar, por ella continuar y por ella concluir.<br />

Hemos juzgado conveniente recordar esta verdad capital al<br />

principio de nuestro estudio, a fin de que los justos elogios que<br />

han de tributarse al Santo Abandono no exciten a nadie a<br />

seguirle con celo exclusivo, como si él fuera la vía única y<br />

completa. Forma, a no dudarlo, una parte importante del<br />

camino, pero jamás podrá constituir la totalidad. De otra<br />

suerte, ¿para qué guardamos la obediencia? Al descuidaría<br />

nos perjudicaríamos enormemente, sobre todo si se atiende a<br />

que durante todo el día, desde que el religioso se levanta<br />

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