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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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morada, en donde no habrá ya gemidos de ningún género,<br />

sino calma eterna, paz y reposo sin fin?<br />

2º Los peligros y las faltas de la vida presente La tierra es<br />

un campo de batalla, en que nos es preciso luchar día y noche<br />

contra un enemigo invisible que no duerme, que no conoce ni<br />

la fatiga ni la compasión; enseñado por experiencia sesenta<br />

veces secular, conoce demasiado cuál es nuestro Lado flaco,<br />

y halla las más desconcertantes complicidades en la plaza<br />

sitiada; y nosotros, que somos la debilidad misma y la<br />

inconstancia, a pesar del poderoso auxilio de Dios, siempre<br />

hemos de temer un desfallecimiento por nuestra parte. En este<br />

momento estamos en amistad con Dios, y ¿lo estaremos más<br />

tarde? La perseverancia final es un don de Dios, y quien hoy<br />

camina por los senderos de la santidad, mañana quizá ande<br />

ya por los de la relajación y resbale sobre la pendiente que<br />

conduce a los abismos. Aun suponiendo que nos libremos de<br />

este supremo infortunio, es cierto al menos que nos<br />

quedaremos muy por detrás de nuestros deseos, que<br />

caeremos en multitud de faltas ligeras, y que sentiremos bullir<br />

en el fondo de nuestro corazón todo un mundo de pasiones y<br />

de inclinaciones que nos causan miedo. Hoy, que juzgamos<br />

estar preparados, ¿no es natural desear que la muerte venga<br />

pronto a poner término a nuestras incesantes faltas y a<br />

nuestras continuas alarmas, confirmándonos en la gracia?<br />

Por otra parte, hemos de vivir en medio de un siglo<br />

perverso en que se multiplican los pecados, y crímenes, en<br />

que el vicio triunfa, la virtud es perseguida, la Iglesia, tratada<br />

como enemiga, Dios, arrojado de todas partes. Y, ¿cómo no<br />

suspirar por la compañía de los santos, en donde reina el Dios<br />

de la paz, en donde todo regocijará nuestros ojos y nuestros<br />

corazones?<br />

3º El deseo del cielo y del amor de Dios. Hace mucho<br />

tiempo que hemos comprendido el vacío, la ineficacia y la<br />

nada de la tierra con todos sus falsos bienes, y abandonado el<br />

mundo, hemos corrido en busca de sólo Dios. A medida que<br />

nuestra alma se despoja y purifica, hácese más vivo el deseo<br />

del cielo, el amor divino más ardiente, casi impaciente: es Dios<br />

lo que necesitamos, Dios visto, amado, poseído sin tardanza,<br />

sufrimos por vivir sin El. Cierto que el Dios de nuestro corazón<br />

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