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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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Y el piadoso Obispo de Ginebra añade: «¡Qué dichosas<br />

son tales almas, osadas y fuertes en las empresas que Dios<br />

las inspira, dóciles y dispuestas a abandonarlas cuando así El<br />

lo dispone! Estas son señales de una indiferencia muy<br />

perfecta, cesar de hacer un bien cuando ello agrada a Dios, y<br />

volverse en la mitad del camino cuando la voluntad de Dios,<br />

que es nuestra guía, así lo ordena.» ¡Cuánto glorifica a Dios y<br />

a nosotros enriquece abandono semejante! Por el contrario,<br />

¡qué poco sobrenatural se muestra quien se deja entonces<br />

dominar por la inquietud, el disgusto, el desaliento! «Jonás<br />

mostró gran sinrazón de entristecerse porque, después de<br />

haber anunciado el castigo del cielo, Dios no cumplía su<br />

profecía sobre Nínive. Hizo la voluntad de Dios anunciando la<br />

destrucción de Nínive, pero mezcló su propio interés y<br />

voluntad propia con la de Dios; por eso, cuando vio que Dios<br />

no ejecutaba su predicción según el rigor de las palabras que<br />

había usado al anunciar el castigo, quejóse y murmuró<br />

indignadamente. Mas si hubiera tenido por único motivo de<br />

sus acciones el beneplácito de la voluntad divina, hubiérase<br />

mostrado tan contento de verla cumplida en el perdón de la<br />

pena que había merecido Nínive, como en verla satisfecha en<br />

el castigo de la culpa que aquella ciudad había cometido.<br />

»Nosotros queremos que aquello que emprendemos y<br />

tratamos tenga feliz resultado, pero no es razonable que Dios<br />

haga todas las cosas a nuestro gusto.»<br />

Si acontece que el fracaso ha sido motivado por culpa<br />

nuestra, por ejemplo, una falta de celo o de prudencia,<br />

¿podremos, aun en este caso, decir que es necesario<br />

conformarse con la voluntad de Dios? Ciertamente, puesto<br />

que reprueba la falta, mas quiere el castigo. «Dios no fue<br />

causa de que David pecase; mas le infligió la pena debida por<br />

su pecado. No fue causa del pecado de Saúl; pero sí de que,<br />

en castigo, no consiguiese la victoria. Cuando, por<br />

consiguiente, sucede que los designios santos no obtienen<br />

resultado en castigo de nuestras faltas, es necesario<br />

igualmente detestar la falta por un sincero arrepentimiento y<br />

aceptar la pena que por ello sentimos, porque así como el<br />

pecado es contra la voluntad de Dios, así la pena es conforme<br />

a su voluntad.»<br />

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