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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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con desesperante parsimonia. Derrama lo suficiente para que<br />

el alma se vuelva a Dios, le busque y sólo cerca de El halle<br />

reposo, pero no lo bastante para que pueda hallarle en un<br />

delicioso sentimiento. Es una verdadera contemplación<br />

mística, mas se realiza en una búsqueda ansiosa, una<br />

dolorosa necesidad, un hambre insaciable. De cuando en<br />

cuando, déjase Dios entrever, y el alma gusta al momento los<br />

santos ardores y los goces de la contemplación sabrosa. Bien<br />

pronto, y quizá por largo tiempo, la vuelve a poner en esta<br />

monótona y desoladora noche de los sentidos, en que la<br />

sumerge hasta la saciedad; y, a fin de que acabe de morir a sí<br />

misma, la reserva la noche del espíritu, mucho más penosa<br />

todavía.<br />

¿Podrá el alma quejarse? No por cierto. Es una gracia<br />

austera y crucificadora, y ¡cuán necesaria, a juzgar por la<br />

conducta ordinaria de la Providencia! Esfuércese el alma por<br />

comprender las miras de Dios y conformarse a ellas con<br />

generosidad y confianza, pues este desdén no es sino<br />

aparente. Abandonada en el vacío del espíritu, en la sequedad<br />

del corazón, y con frecuencia en la tentación, obligada a<br />

palpar con sus propias manos su impotencia y su miseria,<br />

tórnase pequeña a sus propios ojos, y concluirá por hacerse<br />

humilde y sumisa ante Dios y ante los hombres. Privada de<br />

continuo de las dulzuras a las que habíase aficionado con<br />

exceso, aprende a pasarse sin ellas, para servir al buen<br />

Maestro con desinterés: el amor divino se eleva sobre el amor<br />

propio y las virtudes aumentan, produciéndose de esta misma<br />

aridez un aumento de fuerza, de mérito y de esplendor,<br />

porque, cuando Dios oculta su amor y no muestra sino sus<br />

rigores, es cuando se cree, se espera, se ama, se obedece y<br />

se abandona. Hay, pues, en esto una mina de oro que explotar<br />

para la purificación del alma y el progreso de las virtudes, con<br />

tal de que se persevere animoso en la oración y no se deje<br />

uno desconcertar por la prueba.<br />

En una palabra, la contemplación árida y la contemplación<br />

sabrosa tiene cada cual su misión providencial, y procuran al<br />

alma fiel preciosas ventajas: la una tiene por fin directo<br />

hacemos morir a nosotros mismos, y la otra hacernos vivir en<br />

Dios; una posee maravillosa virtud para extinguir el amor<br />

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