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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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también la unión del alma con Dios. Esta unión es aquí abajo<br />

la unión del espíritu por la fe, la unión del corazón por el amor;<br />

es más que nada la unión de la voluntad por la conformidad<br />

con la voluntad divina. Es necesario que la obediencia la<br />

comience y no deje jamás de continuarla; empero corresponde<br />

al Santo Abandono terminarla. En efecto, dice el Padre Piny,<br />

¿puede darse unión más completa con Dios, «que dejarle<br />

hacer, aceptando todo lo que El hace, y consintiendo<br />

amorosamente en todas las destrucciones que le plazca hacer<br />

en nosotros y de nosotros? Es querer todo lo que Dios quiere,<br />

no querer sino lo que El quiere», y como El lo quiere: «es<br />

tener uniformidad con la voluntad de Dios, es estar<br />

transformado en la divina voluntad, es estar unido a todo lo<br />

que hay en Dios de más íntimo, quiero decir, su corazón, a su<br />

beneplácito, a sus decretos impenetrables, a sus juicios que,<br />

aunque ocultos, son siempre equitativos y justos». ¿Qué unión<br />

con Dios puede haber más estrecha e inseparable? «En este<br />

sendero, ¿qué podría, en efecto, separar al alma de Dios? No<br />

será ni la pobreza, ni las persecuciones, ni la vida, ni la<br />

muerte, ni los acontecimientos sean cuales fueren, puesto<br />

que, no queriendo nada fuera de la voluntad de Dios y<br />

aceptándola en todo sin detenerse en consideraciones, halla<br />

siempre cuanto desea en todo lo que la sucede, viendo en ello<br />

el cumplimiento del divino beneplácito.»<br />

Ved, pues, lo que ante todo hace recomendable al Santo<br />

Abandono; nada como él une nuestra voluntad a la de Dios; y<br />

como esta divina voluntad es la regla y la medida de todas las<br />

perfecciones, hasta el punto que nuestras voluntades no<br />

participan de la perfección y de la santidad sino por su<br />

conformidad con la de Dios, síguese que se llegará a ser tanto<br />

más virtuoso y santo, cuanto mayor fuere la conformidad con<br />

esta adorable voluntad. Mejor dicho, santo y perfecto es quien<br />

ha llegado a ver en todas las cosas la mano y el beneplácito<br />

de Dios, y no tiene jamás otra regla que esa voluntad. Cuando<br />

se ha llegado a esto, ¿qué resta por hacer para ser aún más<br />

santo y más perfecto? Conformar cada vez mejor nuestra<br />

voluntad a la de Dios, y según la enérgica expresión de San<br />

Alfonso, «uniformarla» a la de Dios, hasta el punto que «de<br />

dos voluntades no hagamos -por decirlo así-, sino una; que no<br />

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