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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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adorables misterios, las blasfemias contra los atributos más<br />

misericordiosos de Dios, los juicios más abominables sobre el<br />

prójimo se disputaban su imaginación; por lo que al hablar de<br />

sus penas gruesas lágrimas corrían por sus mejillas. Durante<br />

la noche oíasela suspirar como a un enfermo en agonía, y<br />

durante el día se olvidaba de tomar el sustento necesario. Y lo<br />

más horrible era que, en medio de estas tentaciones, le<br />

parecía que Dios la había abandonado, que no la miraba, que<br />

no se cuidaba de ella. Tendíale ella los brazos, mas como se<br />

hace en la oscuridad a un amigo desaparecido para siempre.<br />

O más bien, Dios estaba para ella más que ausente, era su<br />

enemigo, la rechazaba. En vano para calmar su espanto<br />

trataba de representársele bajo las imágenes de pastor, de<br />

esposo o de amigo; en seguida vedle aparecer como juez<br />

irritado, como señor despreciado y que pide venganza. Poco a<br />

poco se le convirtieron en una carga todos los ejercicios<br />

referentes a Dios. Poníase del todo temblorosa cuando era<br />

preciso acudir a la oración, sobre todo a la Comunión, en<br />

donde la idea de sus crímenes y la de la santidad de Dios<br />

atravesaban su alma cual dos agudas espadas». Era una<br />

altísima contemplación, terriblemente purificadora. «Hasta<br />

entonces había conservado todas sus luces, siquiera para la<br />

dirección de los demás. Mas no fue así en lo sucesivo, pues<br />

este ministerio se convirtió para ella en una fuente de<br />

espantosas tentaciones. No podía oír hablar de una pena sin<br />

que fuese para ella un sufrimiento, ni oír nombrar un pecado<br />

sin imaginarse que lo cometía.<br />

«¡Espectáculo digno de eterna meditación! continúa su<br />

historiador. -¡Ved a esta mujer fuerte, a esta robusta y<br />

poderosa inteligencia, vedla anonadada, abatida, incapaz de<br />

dirigirse, obligada a andar a tientas en este camino de la vida<br />

espiritual que tan conocido le era para los otros, en el que no<br />

veía claro para sí misma! Así es como la reduce Dios a la gran<br />

humildad, así es como conserva en ella a esos grandes santos<br />

que admiramos en la historia, que resucitan los muertos, que<br />

anuncian el porvenir, y acerca de los cuales nos preguntamos<br />

a veces temblando, qué hacen para ser humildes. En tanto<br />

que se los lleva en triunfo y se les besa los pies, Dios los<br />

humilla en el secreto de su alma; les inflige afrentosas<br />

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