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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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por el orgullo, pero la tentación fue el contrapeso providencial;<br />

y así, Dios los hundió en un abismo de humillación para<br />

elevarlos a las cumbres de la santidad. Así, el Apóstol, vuelto<br />

del tercer cielo, había de ser abofeteado por Satanás; Santa<br />

Catalina de Sena, después de sus íntimas comunicaciones<br />

con Nuestro Señor, San José de Cupertino después de sus<br />

maravillosos éxtasis, sintieron cruelmente el aguijón de la<br />

carne; San Alfonso, ese maestro incomparable, ha de ser<br />

atormentado con escrúpulos más que el último de sus<br />

discípulos.<br />

«Es necesario -dice nuestro Padre San Bernardo- que<br />

haya tentaciones, porque nadie puede ser legítimamente<br />

coronado sin haber combatido, y para combatir es forzoso<br />

tener enemigos. Por el contrario, cuantos más actos de<br />

resistencia, más coronas.» De no ser así, nos dormiríamos<br />

sobre los laureles; pero en el campo de batalla no hay más<br />

remedio que vencer o morir, y para no perecer, se vela, se ora,<br />

se obedece, se humilla, se mortifica, se hace cien veces más<br />

que fuera de peligro. El demonio nos persigue por odio y nos<br />

fuerza, por decirlo así, a caminar, convirtiéndose de este<br />

modo, a pesar de su malicia, en factor importantísimo para<br />

nuestro progreso espiritual. He aquí, concluye San Alfonso,<br />

por qué permite Dios con frecuencia que las almas que le son<br />

más queridas, sean las más probadas por la tentación, con lo<br />

que adquieren más méritos en la tierra y mayor gloria en el<br />

cielo. Al verse embestidas por tantos enemigos, despréndense<br />

de la vida presente, desean con ansia la muerte, a fin de volar<br />

hacia Dios y no estar expuestas a perderle. Cuando alguien,<br />

pues, se vea en medio de tentaciones (con tal que cumpla con<br />

su deber), en vez de abrigar temores de no estar en gracia de<br />

Dios, debe confiar más en que es amado.<br />

Sería, pues, un error turbarse por el sólo hecho de que la<br />

tentación es frecuente y violenta; y no se obraría con menor<br />

desacierto, temiéndola con exceso. «Pues -dice Santa Teresa-<br />

si este Señor es poderoso, como veo que lo es y sé que lo es,<br />

y que son sus esclavos los demonios, y de ésta no hay que<br />

dudar, pues es de fe, siendo yo sierva de este Señor y Rey,<br />

¿qué mal me pueden ellos hacer a mí? ¿Por qué no he de<br />

tener yo fortaleza para combatir con todo el infierno? Tomaba<br />

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