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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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grado a que han llegado nuestras comunicaciones con Dios,<br />

nos fijaremos más bien en si hemos sacado de ellas todo el<br />

provecho posible para morir a nosotros mismos y desarrollar<br />

en nuestra alma la vida divina.»<br />

Artículo 4º.- El «dejar hacer a Dios» en las vías místicas<br />

«Dejar hacer a Dios», es una expresión muy en boga en la<br />

actualidad. Es una parte verdadera, mas no ha de tomarse a<br />

la letra, so pena de abrir la puerta al semiquietismo. Al<br />

exponer la noción del Santo Abandono, hemos mostrado con<br />

profusión de detalle que no excluye ni la previsión ni los<br />

esfuerzos personales; no es, pues, un puro «dejar hacer a<br />

Dios». Esto que es verdadero en el camino ordinario, lo es no<br />

menos en el místico. El uno es activo, y pasivo el otro; la<br />

acción divina será, pues, diferente; con todo, la fórmula «dejar<br />

hacer a Dios» no responde a todos nuestros deberes, ni en<br />

uno, ni en otro.<br />

En la vía ordinaria la acción divina adáptase a nuestros<br />

procedimientos naturales, déjanos la libre elección y dirección<br />

de nuestras acciones, y se pone, por decirlo así, a nuestro<br />

servicio, ¡que tan maravillosa es la condescendencia de<br />

nuestro Padre celestial! No hablemos, por de pronto, sino de<br />

la oración y tomemos como ejemplo la meditación. Como se<br />

trata de ejecutar una obra sobrenatural, es de toda necesidad<br />

que la gracia nos prevenga y ayude; ella ha de presidir todas<br />

nuestras acciones, y ninguna se hará sin su intervención.<br />

Déjanos, empero, determinar libremente el tiempo, el lugar, la<br />

manera y materia de nuestra oración; asimismo nos permite<br />

conducirla a nuestro gusto, es decir, que podemos según nos<br />

plazca, elegir nuestras consideraciones y nuestros afectos,<br />

asignarles su lugar, la extensión, la variedad que queramos,<br />

fijar nuestras resoluciones conforme a nuestras preferencias.<br />

Dios trabaja en nosotros y con nosotros, mas se acomoda a<br />

nuestro modo humano de obrar, y permanece oculto. Es<br />

verdad que dispondrá de nosotros según su beneplácito, y<br />

como consecuencia estaremos en la sequedad o en la<br />

consolación, en la calma o en el combate, en la paz o en las<br />

penas interiores. Aquí tiene lugar el «dejar hacer a Dios»,<br />

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