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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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convendrá seguir la célebre máxima del piadoso Obispo de<br />

Ginebra: nada pedir, nada rehusar, y por ende, nada desear, si<br />

no es el hacer del mejor modo posible la voluntad de Dios;<br />

nada temer, si no es hacer nuestra propia voluntad porque<br />

esto entraña el doble escollo de exponernos a los peligros<br />

buscando los empleos, o de faltar a la obediencia<br />

rehusándolos.<br />

¿No será más prudente no desear ni pedir nada, sino<br />

conservarnos en santa indiferencia, a causa de la<br />

incertidumbre en que nos hallamos? No sabemos, en efecto,<br />

si es más conforme al divino beneplácito, más ventajoso para<br />

nuestra alma pasar por los empleos o permanecer sin cargo<br />

particular. En este último caso nos libramos de muchos<br />

peligros y responsabilidades, tenemos completa libertad para<br />

entregarnos a Dios solo, para consagrarnos sin reserva a las<br />

dulces y santas ocupaciones de María, al gobierno de este<br />

pequeño reino que está dentro de nosotros. Mas esto no es<br />

pura holganza, sino rudo trabajo. ¿Tendremos siempre la<br />

paciencia y el valor de aplicarnos a él con perseverante<br />

energía? O quizá, ¿no iremos, como las gentes desocupadas,<br />

a pasatiempos de fantasía, a ocuparnos de lo que no nos<br />

incumbe? En todo caso, perdemos esas mil ocasiones de<br />

sacrificio y abnegación que se encuentran en los empleos. Los<br />

cargos, por el contrario, nos ofrecen abundante mies de<br />

renunciamiento y de cuidados y de humillaciones. Su mismo<br />

nombre lo indica; son una carga y a veces bien pesada para<br />

los que la toman en serio; y por esto facilitan la santificación<br />

por el sacrificio. Los empleos espirituales tienen además una<br />

inmensa ventaja: nos ponen en la feliz necesidad de distribuir<br />

con frecuencia el pan de la palabra, de estar en trato diario<br />

con almas excelentes y de obrar siempre bien para predicar<br />

con el ejemplo. Pero también acarrean tremendas<br />

responsabilidades; porque si el rebaño no rinde suficientes<br />

beneficios, seremos nosotros quienes primeramente<br />

rendiremos cuenta al Dueño. Por otra parte, ¿no es de temer<br />

que se absorba uno en lo' temporal con detrimento de lo<br />

espiritual, que se descuide de sí ocupándose de los otros, que<br />

tome pretexto de su cargo para olvidar los deberes de<br />

Comunidad, y que vea más o menos en los empleos un medio<br />

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