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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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voluntarias nada tienen de comparable, ni que se le<br />

acerquen.»<br />

San Francisco de Sales escribía en idéntico sentido a<br />

Santa Juana de Chantal: «¿De qué os quejáis, mujer? No, no<br />

conviene ser mujer, hay que tener corazón de hombre; y con<br />

tal que conservemos el alma firme en la voluntad de vivir y<br />

morir en el servicio de Dios, no nos maravillemos de las<br />

tinieblas, ni de las impotencias, ni de los obstáculos. Allá arriba<br />

ya no los habrá, y aquí es necesario sufrirlos... Quiere Dios<br />

que nuestra miseria sea el trono de su misericordia, y nuestras<br />

impotencias el asiento de su omnipotencia.»<br />

El piadoso doctor invita después a su santa dirigida a<br />

permanecer humilde y tranquila, dulce y confiada en medio de<br />

la impotencia y la oscuridad. Quiere que no se impaciente, que<br />

no se turbe, sino que permanezca en sus tinieblas y que<br />

abrace la cruz con ánimo, franca y firmemente.<br />

Artículo 4º.- La pobreza espiritual<br />

¿Qué puede salir de las tinieblas, de la insensibilidad, de la<br />

impotencia, sino la pobreza espiritual? Así razona el que se<br />

halla sumergido en la prueba, pero se engaña. Desde el<br />

momento que la parte superior del alma se adhiera a la<br />

voluntad divina y permanezca fiel al deber, las tinieblas, la<br />

insensibilidad, la impotencia no pasan de la parte inferior, y por<br />

consiguiente, la pobreza sólo será aparente. En realidad, esta<br />

dura prueba es el manantial de una inmensa riqueza<br />

sólidamente fundada sobre la obediencia y la humildad, muy<br />

bien preservada de los estragos del amor propio.<br />

Mas en esto hay quizá una mala inteligencia: Dios nos<br />

gobierna a su manera, y nosotros habíamos formado otro<br />

concepto en este punto; de donde se origina nuestra<br />

turbación, y para disiparla importa conocer mejor las miras de<br />

Dios y entrar de lleno en ellas.<br />

Muy ajenos estamos a poner trabas a las almas generosas;<br />

únicamente querríamos impedirles hacer grandes jornadas<br />

fuera del camino. Por lo general, nuestras aspiraciones son<br />

harto vulgares, y, dado que inutilizamos tantas gracias,<br />

quedaremos muy distanciados de la sublimidad de la gloria a<br />

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