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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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prepara una muerte santa, y en cierto modo la asegura. La<br />

perseverancia final es siempre la gracia de las gracias, el don<br />

gratuito por excelencia; mas nada hay comparable al Santo<br />

Abandono para mover a nuestro Padre celestial a<br />

concedernos esta gracia decisiva. El, que va en busca del<br />

pecador, ¿podrá acaso rechazar un alma que sólo vive de<br />

amor y filial sumisión? Que ella prosiga por este camino hasta<br />

el fin, y vedla salva, pero al modo de los santos. Aun hablando<br />

de los cristianos ordinarios, el piadoso Obispo de Ginebra<br />

acostumbraba decir: «A Dios con todo su poder le es<br />

imposible condenar a un alma que, al salir de su cuerpo, tiene<br />

su voluntad sumisa a la voluntad divina. Tal como se halla<br />

nuestra voluntad a la hora de nuestra muerte, del mismo modo<br />

permanecerá toda la eternidad. Como queda el árbol al ser<br />

derribado, así permanece. Por este motivo, cuando asistía a<br />

un moribundo hacia los mayores esfuerzos para conseguir que<br />

sometiera por completo su voluntad a la de Dios, y apenas le<br />

hablaba de otra cosa.»<br />

La muerte nos arrebatará nuestros bienes y nuestra<br />

situación, nuestros parientes y hasta nuestro cuerpo. Cuando<br />

uno está bien afianzado en el Santo Abandono, ni siquiera<br />

llega a sentir esas crueles separaciones que desgarran el<br />

alma apegada a las cosas de este mundo. Este abandono nos<br />

ha hecho indiferentes por virtud a todo lo que la muerte nos ha<br />

de arrebatar por fuerza; venga cuando quiera, que el sacrificio<br />

está ya hecho en el corazón y ninguna mella hacen en éste las<br />

cosas que ella nos quita, pues no se quiere sino a Dios solo, y<br />

precisamente la muerte es la que va a colmar este deseo.<br />

Sin duda, traerá un terrible cortejo de sufrimientos y<br />

tentaciones; es el combate decisivo y la prueba dolorosa entre<br />

todas. Nada, empero, dispone a este trance supremo como el<br />

Santo Abandono, pues él nos ha formado para recibirlo todo<br />

de la mano de Dios con amor y confianza, y a cumplir con<br />

valentía nuestro deber hasta bajo el peso de la cruz,<br />

apoyándonos en el poder y en la bondad de Dios. He aquí la<br />

razón por qué Santa Teresa del Niño Jesús haya podido decir<br />

con legítima seguridad: «No temo en manera alguna los<br />

últimos combates, ni los sufrimientos de la enfermedad por<br />

intensos que sean. Dios me ha socorrido siempre: El me ha<br />

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