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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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haga cada vez más pequeña.» Y de hecho ella se labrará con<br />

la gracia una humildad que se desconoce en medio de los<br />

dones, una obediencia de niño, un abandono maravilloso en<br />

medio de las pruebas, la caridad de un ángel de paz y como<br />

remate de todo, un amor incomparable para Dios, pero un<br />

amor «que sabe sacar partido de todo», un amor que,<br />

creyendo por su humildad no poder hacer nada grande, no<br />

quiere «dejar escapar ningún sacrificio, ninguna mirada,<br />

ninguna palabra, y quiere aprovecharse de las menores<br />

acciones y hacerlas por amor padecer por amor y hasta<br />

alegrarse por amor».<br />

¿Habrá necesidad de añadir que todas las almas<br />

verdaderamente santas, en vez de esperar que Dios las lleve<br />

y cargue con ellas y con su tarea, se dan mil mañas para<br />

aumentar su actividad espiritual y sacar de todos los<br />

acontecimientos su propia ganancia? Ejemplo palpable y<br />

evidente de esto lo tenemos en la vida de Sor Isabel de la<br />

Trinidad.<br />

9. <strong>LA</strong> SENSACIÓN D<strong>EL</strong> SUFRIMIENTO EN <strong>EL</strong> <strong>ABANDONO</strong><br />

La sensación de las penas y sufrimientos es cosa que, más<br />

o menos, forzosamente ha de existir en la simple resignación y<br />

aun en el perfecto abandono. En efecto, nuestras facultades<br />

orgánicas no pueden dejar de ser impresionadas del mal<br />

sensible, como tampoco se quedarán nuestras facultades<br />

superiores sin su parte de fatiga, que de gana o por fuerza<br />

habrán de padecer y sentir. Porque es cierto que estamos en<br />

un estado de decadencia donde coexisten el atractivo del fruto<br />

prohibido y la aversión al deber penoso, y como consecuencia,<br />

la tirantez y el dolor de la lucha. Supongamos que nos exige<br />

Dios el sacrificio de un gusto o el padecimiento de una<br />

tribulación por amor suyo; en seguida se verá que, no<br />

obstante la adhesión total y resuelta de nuestra voluntad al<br />

querer divino, es muy posible que la parte inferior sienta las<br />

amarguras del sacrificio. Lo cual ha de ocurrir a cada paso;<br />

pues Dios, ocupado por completo en purificarnos, en<br />

despegarnos y enriquecernos quiere en especial curar nuestro<br />

orgullo por las humillaciones y nuestra sensualidad por las<br />

privaciones y el dolor; y, pues el mal es tenaz, el remedio<br />

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