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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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condición, la orden del Todopoderoso, la decisión del justo<br />

Juez, el azote del Dios terrible, y finalmente el beneplácito del<br />

Señor. Pude imponerme a mis lágrimas, mas no a mi dolor,<br />

que cuanto más lo comprimía dentro, más violento se hacía; y<br />

declaro que fui vencido. Vosotros sabéis cuán justo es mi<br />

dolor, qué fiel compañero era aquel que me ha sido<br />

arrebatado, hasta qué extremo era vigilante, laborioso, dulce y<br />

agradable. ¿Quién me amó como él? ¿Quién me fue tan<br />

necesario? Era yo débil de cuerpo y él me llevaba y animaba,<br />

perezoso y negligente y él me excitaba, olvidadizo y sin<br />

previsión y él me advertía. Menos unidos estábamos por los<br />

lazos de la sangre que por el parentesco del espíritu, la<br />

armonía de sentimientos y la conformidad de carácter.<br />

Nuestras almas no formaban sino una sola, y un mismo golpe<br />

las ha herido, enviando una mitad al cielo y dejando la otra en<br />

la tierra. Y mi Gerardo ¡era tanto para mí! ... hermano mío por<br />

la sangre, hijo mío por la profesión, mi padre por su piadosa<br />

solicitud, un otro yo por el espíritu, mi íntimo por el cariño. Me<br />

ha dejado, y siento el golpe, herido como estoy hasta el fondo<br />

del alma. Lloro, pero no dirijo reconvención alguna a la mano<br />

que me ha herido. Mis palabras están llenas de dolor, mas no<br />

de murmuración, reconociendo que una misma sentencia ha<br />

castigado al uno y coronado al otro, a cada cual según su<br />

mérito; el Señor dulce y justo ha hecho misericordia a Gerardo<br />

su servidor, y a mí me ha hecho sentir el peso de su justicia.<br />

Señor, vos me disteis a Gerardo, Vos me lo habéis quitado.<br />

Lloro porque me ha sido arrebatado, pero no olvido que de<br />

Vos lo había recibido y os doy gracias por haber podido<br />

disfrutar de él. Habéis reclamado vuestro depósito y tomado lo<br />

que era vuestro. Mis lágrimas ponen fin a mi discurso; poner,<br />

Señor, medida y fin a mis lágrimas.»<br />

Artículo 3º.- Riquezas y pobreza<br />

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos<br />

es el reino de los cielos». Y San Francisco de Sales añade:<br />

«Desdichados, pues, los ricos de espíritu, porque a ellos<br />

pertenece la miseria del infierno. Rico de espíritu es aquel que<br />

tiene las riquezas en su espíritu o su espíritu en las riquezas.<br />

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