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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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Esta prueba es mucho más dolorosa cuando aquellos que<br />

Dios nos había dado como apoyo cesan de sostenemos, y<br />

volviéndose contra nosotros, amenazan echar por tierra<br />

nuestros más caros proyectos. Esto es lo que sucedió a San<br />

Alfonso de Ligorio cuando quiso fundar su Congregación.<br />

Debía ésta prestar a la Iglesia inapreciables servicios, y, sin<br />

embargo, no bien sus antiguos hermanos se dan cuenta de<br />

que van a perderle, dan riendo suelta a «su descontento, sus<br />

sarcasmos, sus mordaces ironías contra el traidor, el desertor,<br />

el ingrato que los abandona». Hasta se trató de arrojarlo de la<br />

Propaganda; levantan contra él la opinión pública, y sus<br />

mejores amigos le vuelven la espalda. Sus directores, a pesar<br />

de aprobarle, no quieren ocuparse ya de él, y la ternura de su<br />

padre le obliga a sostener un formidable asalto. Sus primeros<br />

discípulos, negándose a entrar en sus miras, fomentan el<br />

cisma, y le dejan casi solo. En una palabra, a excepción de su<br />

Obispo y de su nuevo director, fáltanle todos los apoyos, casi<br />

todos se vuelven contra él. En medio de este<br />

desencadenamiento de lenguas, estas discusiones, estas<br />

separaciones, Alfonso hace orar a las almas santas, y, para<br />

conocer con seguridad la voluntad divina, se dirige a los más<br />

sabios consejeros, implora cerca de Dios la luz por medio de<br />

continuas oraciones y mortificaciones espantosas. Con el<br />

corazón herido, póstrase a los pies de Jesús Agonizante y con<br />

El exclama: «Dios mío, ¡hágase tu voluntad! »Persuadido de<br />

que Dios no necesita ni de él ni de su obra, pero que le ordena<br />

proseguirla, se esfuerza por conseguir su objeto, aunque sea<br />

a costa de verse solo, y asegura que Dios no ha permitido<br />

todas esas divisiones sino para mayor bien. Los<br />

acontecimientos que siguieron a estas separaciones, prueban<br />

que Dios las permitió, no sólo para depurar por medio de la<br />

tribulación a San Alfonso, sino a otras muchas almas<br />

entregadas a su gloria, para emplearlas después en las obras<br />

de su gracia. «Todas estas cañas se convierten bajo su mano<br />

en árboles cargados de frutos excelentes.» La Beata María<br />

Magdalena Postel pasó por la misma prueba en una<br />

circunstancia análoga.<br />

2º.- Los recursos de que disponemos para la realización<br />

del bien, nos los puede Dios quitar según su beneplácito. Así,<br />

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