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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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moderadas y oraciones sumisas; tan sólo condenan el exceso<br />

y la falta de sumisión. Mas prefieren inclinarse, como San<br />

Francisco de Sales, «hacia donde hay señales más ciertas del<br />

divino beneplácito», y decir con San Alfonso: «Señor, no<br />

deseo ni curar, ni estar enfermo; quiero únicamente lo que Vos<br />

queréis». San Francisco de Sales permite a sus hijas pedir la<br />

curación a Nuestro Señor como a quien nos la puede<br />

conceder, pero con esta condición: si tal es su voluntad. Mas<br />

personalmente, jamás oraba para ser librado de la<br />

enfermedad; era demasiada gracia para él, decía; sufrir en su<br />

cuerpo a fin de que, como no hacía mucha penitencia<br />

voluntaria, siquiera hiciese alguna necesaria. Léese asimismo<br />

en el oficio de San Camilo de Lelis, que teniendo cinco<br />

enfermedades largas y penosas, las llamaba «las<br />

misericordias del Señor», y se guardó muy bien de pedir el ser<br />

librado de ellas.<br />

Lejos de nosotros el pensamiento de condenar al que<br />

ruega para obtener la curación o alivio de sus males, con tal<br />

de que lo haga con sumisión. Nuestro Señor ha curado a los<br />

enfermos que se apiñaban en torno suyo; y con frecuencia<br />

recompensa con milagros a los que afluyen a Lourdes. A no<br />

dudarlo, hay en ello una magnífica demostración de fe y<br />

confianza gloriosa en Dios, impresionante para el pueblo<br />

cristiano. Mas he aquí otro enfermo despegado de sí mismo,<br />

tan unido a la voluntad divina y tan dispuesto a todo cuanto<br />

Dios quiera enviarle, que se limita a manifestar a su Padre<br />

celestial su rendimiento y su confianza, y sea cual fuere la<br />

voluntad divina, la abraza con magnanimidad y se contenta<br />

con cumplir santamente con su deber. Este enfermo generoso,<br />

¿no muestra tanto como los otros, y aún más, su fe, confianza,<br />

amor, sumisión y humilde abnegación? Cada cual puede<br />

pensar y tener sus preferencias y seguir su atractivo, pero en<br />

cuanto a nosotros, ninguna opinión nos agrada tanto como la<br />

de San Francisco de Sales y de San Alfonso.<br />

«Cuando se os ofrezca algún mal -decía el piadoso Obispo<br />

de Ginebra-, oponedle los remedios que fueren posibles y<br />

según Dios (que los religiosos que viven bajo un Superior<br />

reciban el tratamiento que se les ofreciere, con sencillez y<br />

sumisión): pues obrar de otra manera seria tentar a la divina<br />

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