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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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mismas, sino en la causa primera de la que reciben toda su<br />

acción; se adivina cómo «Dios las ordena, las mezcla, las<br />

reúne, las pone, las empuja hacia el mismo fin por opuestos<br />

caminos». Se entrevé al Espíritu Santo sirviéndose de los<br />

hombres y de las cosas para escribir en las almas un<br />

Evangelio viviente. Este libro no será del todo comprendido<br />

sino en el gran día de la eternidad, lo que nos parece tan<br />

confuso, tan ininteligible, nos maravillará entonces; ahora con<br />

la firme persuasión de que «todo tiene sus movimientos, sus<br />

medidas, sus relaciones en esta divina obra», hemos de<br />

inclinarnos con respeto, a la manera que ante la Sagrada<br />

Escritura adoramos al Dios oculto y nos abandonamos a su<br />

Providencia. Mas si es débil nuestra fe, ¿cómo ver a Dios en<br />

las desgracias que nos hieren y principalmente a través de la<br />

malicia de los hombres? Todo se atribuye al acaso, a la mala<br />

fortuna, y se rechaza.<br />

El acaso no es sino una palabra vacía de sentido, o mejor<br />

aún es «la Providencia de incógnito», pero para los corazones<br />

maleados que quisieran prescindir de la sumisión de la oración<br />

y del reconocimiento, es la laicización de la Providencia.<br />

«Nada sucede en nuestra vida por movimientos al acaso,<br />

sabedlo bien, todo cuanto acontece contra nuestra voluntad no<br />

sucede sino en conformidad con la voluntad de Dios, según su<br />

Providencia y el orden que El tenía determinado, el<br />

consentimiento que El da y las leyes que ha establecido.» Así<br />

habla San Agustín.<br />

«Hay algunos casos fortuitos, accidentes inesperados; mas<br />

son fortuitos e inesperados solamente para nosotros..., en<br />

realidad son un designio de la Providencia soberana, que<br />

ordena y reduce todas las cosas a su servicio.» «Dios, al guiar<br />

a sus criaturas, no les manifiesta sus designios; ellas van y<br />

vienen cada cual en su camino. La fatalidad quiere que unos<br />

encuentren en su camino la ocasión de hacer fortuna y otros<br />

causas de pérdidas y de minas; fatalidad es ciertamente para<br />

el hombre que no ha visto todas las combinaciones, mas para<br />

Dios, que ha determinado hasta ese punto las circunstancias,<br />

todo ha sido providencial.»<br />

En las desgracias que nos hieren es preciso ver a Dios.<br />

«Yo soy el Señor, nos dice por boca de Isaías, yo soy el Señor<br />

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