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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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de la sierva de Dios el sentimiento del amor hasta el sacrificio,<br />

y el vivo deseo de sufrir algo por Aquel que tanto sufrió por<br />

ella. Se despojó de todas sus joyas: «Las únicas joyas que<br />

embellecen a la esposa de un Rey crucificado son las espinas<br />

y la cruz.» Desea sufrir para parecerse a su Amado: «Quiero<br />

sufrir con Jesús, exclama, quiero ser semejante a Jesús, sufrir<br />

mientras viviere.» Su ángel de la guarda le presenta a su<br />

elección una corona de espinas o una de azucenas:<br />

«Quiero la de Jesús, sólo ella me agrada», responde; en<br />

seguida, con amorosa impaciencia toma la corona de espinas,<br />

la cubre de besos y la estrecha contra su corazón. «No quiero<br />

las consolaciones de Jesús; Jesús es el hombre de dolores,<br />

quiero ser también la hija de los dolores.» Durante una<br />

prolongada tribulación dijo a Nuestro Señor: « ¡Con Vos,<br />

sienta bien el sufrir! » Otra alma generosa, Sor Isabel de la<br />

Trinidad, declárase «enteramente feliz con poder seguir el<br />

camino del Calvario, como una esposa cabe del divino<br />

Crucificado.» Una religiosa cree oír a Nuestro Señor que la<br />

dice: «¿Quieres amarme en el sufrimiento, en la inmolación,<br />

en el desprecio?» Lo acepta con ánimo esforzado, mas<br />

cuando el dolor se presenta bajo una u otra forma, el primer<br />

movimiento es un movimiento de repulsa, y el divino Maestro<br />

añade: «Déjate desollar, inmolar. ., ya que eres esposa de un<br />

Dios crucificado, es preciso que tú sufras... Bebamos, hija, en<br />

el mismo cáliz la tristeza, la angustia y el dolor.» Después de<br />

los más elevados favores, se cree ella aún menos exenta del<br />

dolor: «Ahora sí que debemos beber Cristo y yo en el mismo<br />

cáliz, recorrer el mismo camino, morir sobre la misma cruz.»<br />

Mas el buen Maestro la muestra «que se ama en la medida en<br />

que se es generoso», la enseña «a sonreír siempre al dolor»;<br />

ella acepta «a no ser consolada, para consolar al divino y gran<br />

Afligido». «Quiero amaros, gran Abandonado, pero en el<br />

sufrimiento, en el olvido de mí misma y de las criaturas.<br />

¿Cómo pensar aún en mí?» Así, no desea ya gozar cerca del<br />

Amado, sino sufrir a fin de que El halle sus delicias con las<br />

almas religiosas y sacerdotales, morir para que El viva en<br />

todos los corazones.<br />

Jesús es ciertamente el Salvador del mundo. El suscita<br />

corazones generosos, a quienes asocia a su obra de<br />

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