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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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cesar, contentándonos, sin embargo, con la medida que<br />

pluguiere a la divina Bondad. Por esto, si observamos que<br />

nuestros progresos disminuyen o se paralizan, si llegamos a<br />

omitir obras de virtud y aun a caer positivamente en algún<br />

defecto, hemos de afligimos de haber faltado a la gracia y por<br />

no haber correspondido a los deseos de Dios. Mas, ya que El<br />

juzgó oportuno permitir esta caída o poner este limite a<br />

nuestros progresos para procurar su gloria y nuestra<br />

humillación y para castigar también nuestra negligencia, es de<br />

todo punto necesario conformar nuestra voluntad a la suya.»<br />

Declaramos, sin embargo, con este piadoso autor, que «si no<br />

subimos más alto, es por lo regular debido a nuestra culpa: la<br />

gracia abunda en toda alma fiel, pero nosotros no tenemos un<br />

ideal bastante elevado, y nos falta el valor y la perseverancia».<br />

2º.- Las maneras defectuosas de practicar la virtud. Un<br />

orgullo secreto, la necesidad de gozar, el miedo de sufrir,<br />

pueden en efecto mezclarse en ella. Pertenece a la<br />

mortificación cristiana poner orden, mas la Providencia nos<br />

proveerá gustosa de los medios para conseguirlo. Citemos<br />

algunos ejemplos: Existe ante todo la manera egoísta de<br />

buscarnos a nosotros mismos en las diversas consolaciones,<br />

en nuestros ejercicios de devoción y hasta en el progreso de<br />

nuestras virtudes. Dios nos gobernará en forma tal que nos<br />

quite poco a poco estos apegos, a fin de que con mayor<br />

pureza y simplicidad no ansiemos sino el beneplácito de su<br />

divina Majestad, y cultivemos en adelante las virtudes; «no ya<br />

porque ellas nos son agradables, honrosas y a propósito para<br />

contentar el amor que nos tenemos a nosotros mismos, sino<br />

porque son agradables a Dios, útiles a su honor y destinadas<br />

a su gloria». De ahí el que aun las almas más selectas sientan<br />

la aridez, atormentadas por mil repugnancias y dificultades,<br />

quebrantadas y aniquiladas por el sentimiento de su<br />

impotencia y de sus miserias. Dios quiere despojarlas del<br />

orgullo y de la sensualidad, para que aprendan a no servirle<br />

sino a El sólo y por puro espíritu de fe.<br />

Existe también la manera inquieta y apresurada. Muchas,<br />

luego que se han decidido a perfeccionarse por la adquisición<br />

de las virtudes, querrían poseerlas todas de un golpe; como si<br />

aspirar a la perfección bastara para poseerlas sin trabajo. Dios<br />

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