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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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propone no elevarse por el orgullo, sino permanecer siempre<br />

pequeña por la humildad, tan pequeña que nadie piense en<br />

ella, que todas la puedan poner bajo los pies y que el divino<br />

Niño la trate como a juguete sin valor. ¡Qué muerte a si<br />

misma, qué humildad, sobre todo, se necesita para llegar a<br />

esto! No es de extrañar que Dios glorifique a un alma tan<br />

humilde y tan generosa, haciéndola la gran taumaturga de<br />

nuestros días.<br />

Monseñor Gay, hablando de esta infancia espiritual había<br />

dicho: «¡Qué perfecta es! Lo es más que el amor de los<br />

sufrimientos, pues nada inmola tanto al hombre como ser<br />

sincera y tranquilamente pequeño. El orgullo es el primero de<br />

los pecados capitales: es el fondo de toda concupiscencia y la<br />

esencia del veneno que la antigua serpiente ha inoculado en<br />

el mundo. El espíritu de infancia lo mata más eficazmente que<br />

el espíritu de penitencia. El hombre vuelve a hallarse a si<br />

mismo fácilmente cuando lucha con el dolor, pudiendo creerse<br />

allí grande y admirarse a si mismo; si es verdadera mente niño<br />

el amor propio se desespera... Prensad este fruto de la santa<br />

infancia, no extraeréis otra cosa que el abandono. Un niño se<br />

entrega sin defensa y se abandona sin oponer resistencia.<br />

¿Qué sabe? ¿Qué puede? ¿Qué entiende? ¿Qué pretende<br />

saber, entender o poder? Es un ser al que se domina por<br />

completo; por eso, ¡con qué precaución se le trata y cuántas y<br />

qué caricias se le hacen! ¿Obramos de esta suerte con los<br />

que se guían por sus propias luces?»<br />

2. <strong>LA</strong> FE EN <strong>LA</strong> PROVI<strong>DE</strong>NCIA<br />

«El justo vive de la fe», y para elevarse hasta el Santo<br />

Abandono, es necesario que esté penetrado de una fe viva y<br />

arraigada. Ahora bien, la fe se clarifica en la medida que el<br />

hombre se purifica y crece en virtud. Mas sólo al elevarse el<br />

alma a la vida unitiva, a aquel grado de adelantamiento en<br />

que, bien limpia y rica ya en virtudes, vive principalmente del<br />

amor y de la intimidad con Dios, es cuando llega a ser<br />

especialmente luminosa y penetrante. Se hacen entonces las<br />

sombras menos densas y a través del velo se transparentan<br />

sus claridades; Dios oculto siempre, deja, sin embargo,<br />

adivinar su presencia haciendo a las veces sentir con mucha<br />

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