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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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de tomarse libertades y de contentar a la naturaleza? En una<br />

palabra, éstas y otras parecidas consideraciones han de<br />

hacernos muy circunspectos en nuestros deseos,<br />

inclinándonos más bien a orar de esta manera: «Dios mío,<br />

¿será más conducente a vuestra gloria y a mi bien, que yo<br />

pase por los cargos o que permanezca sin empleo? Yo lo<br />

ignoro, Vos lo sabéis, Señor, y en Vos pongo toda mi<br />

confianza; disponed de todo esto de manera más favorable a<br />

nuestros intereses comunes, que a Vos me entrego.»<br />

¿Quiere esto decir que esté prohibido concebir un deseo y<br />

formularlo filialmente? Seguramente que no; pues siendo una<br />

petición delicada, ha de mirarse con atención. Como San<br />

Alfonso lo hace notar con mucha razón, «si os gusta elegir,<br />

elegid siempre los cargos menos agradables». San Francisco<br />

de Sales también ha dicho: «Si nos fuera dada la elección, los<br />

empleos más deseables serían los más abyectos, los más<br />

penosos, aquellos en que hay más que hacer y más en que<br />

humillarse por Dios. » Aun en este caso, el deseo parece muy<br />

sospechoso a nuestro piadoso Doctor. «¿Sabéis por ventura,<br />

dice, si después de haber deseado los empleos humildes<br />

tendréis la fuerza suficiente para recibir bien las abyecciones<br />

que en ellos se encuentran, para sufrir sin sublevaros los<br />

disgustos y amarguras, la mortificación y la humildad? En<br />

resumen, de creer al Santo, es preciso tener por tentación el<br />

deseo de todos los cargos, cualesquiera que sean, y con<br />

mayor razón si son honrosos. «En Cuanto a aquellos -dice el<br />

P. Rodríguez- que desean puestos y oficios, o ministerios más<br />

altos, pareciéndoles que en aquéllos harían más fruto en las<br />

almas y más servicio a Dios, digo que se engañan mucho de<br />

pensar que ese celo es del mayor servicio de Dios y del mayor<br />

bien de las almas; no es sino celo de honra y estimación y de<br />

sus comodidades; y por ser aquel oficio y ministerio más<br />

honroso y más conforme a su gusto e inclinación, por eso lo<br />

desean... Y si yo fuese humilde antes querría que el otro<br />

hiciese el oficio alto, porque tengo que creer que lo hará mejor<br />

que yo y con más fruto y con menos peligro de vanidad.»<br />

Concluyamos, pues, con San Francisco de Sales, que será<br />

mejor no desear nada, sino abandonarnos por completo en las<br />

manos de Dios y de su Providencia. «¿A qué fin desear una<br />

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