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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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¿No parecerá en nuestros días demasiado pasiva esta<br />

simple actitud, a un mundo apasionado por la actividad y por<br />

las obras de abnegación cristiana? Lo cierto es que se<br />

propaga la práctica de ir más lejos en el abandono. En lugar<br />

de dejar a Dios el cuidado de todas las cosas, y sin esperar en<br />

paz que El escoja a su gusto, las almas toman la iniciativa, se<br />

ofrecen, se consagran y se entregan. Algunos no quieren<br />

entender el abandono si no es con estos arranques. Pero<br />

estos ofrecimientos deben ser examinados más de cerca.<br />

Supongamos que un alma se dirige sencillamente a Dios, y sin<br />

pedirle el sufrimiento, le dice que está dispuesta con su gracia<br />

a todo lo que El quiera y que lo abrazará con gusto. Esto casi<br />

se acerca al abandono, tal como lo hemos descrito, y se<br />

podría aconsejar a toda alma adelantada, como nota distintiva<br />

de humildad. Mas supongamos también que esa misma alma<br />

dice a Dios: «no temáis enviarme el dolor, lo deseo, casi lo<br />

pido, Vos colmaréis mis votos secretos otorgándomelo». Esta<br />

oblación, si ya no es la ofrenda como víctima, se le acerca<br />

mucho, empero nunca será el abandono de San Francisco de<br />

Sales. No se puede permitir sino con prudencia, es decir, a las<br />

almas que han hecho suficientemente sus pruebas. No se la<br />

puede aconsejar a todas, diremos al tratar de las víctimas. Se<br />

ha de convencer a los confiados de sí mismos y no<br />

sólidamente formados, que antes de dirigir tan altos sus<br />

deseos, deben ejercitarse en hacer bien la voluntad de Dios<br />

significada y en santificar sus cruces diarias. San Pedro se<br />

ofreció a sufrir y aun morir con su Maestro; y aunque su amor<br />

y su sinceridad eran indudables, no por eso dejó de ser<br />

presuntuoso, como bien claramente lo probaron los hechos.<br />

Tenemos, por último, la ofrenda de sí mismo como víctima,<br />

o sea, el voto de víctima. Como no tenemos el designio de<br />

hacer aquí la exposición completa, doctrinal y práctica de esta<br />

materia tan compleja y delicada, diremos tan sólo lo suficiente<br />

para mostrar de una manera precisa en dónde termina el<br />

abandono y cuándo empieza otro camino. Los lectores<br />

deseosos de conocer más a fondo esta materia, podrán<br />

consultar los autores que de la misma tratan ex profeso,<br />

especialmente M. Ch. Sauvé, en su excelente opúsculo, quizá<br />

un tanto severo en sus restricciones, acerca de la noción,<br />

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