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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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perdido sus atractivos, la oración carece de encantos, y en<br />

vano busco mis meditaciones acostumbradas. ¿En dónde<br />

están ahora aquella embriaguez del alma, la serenidad del<br />

corazón, la paz y gozo en el Espíritu Santo?»<br />

«Experimento tal sequedad, tan gran desolación de espíritu<br />

-añade San Alfonso- que no encuentro a Dios ni en la oración,<br />

ni en la sagrada Comunión. La Pasión de Nuestro Señor, la<br />

divina Eucaristía, nada me impresiona; he llegado a ser<br />

insensible a la devoción, y me parece que soy un alma sin<br />

amor, sin esperanza, sin fe, en una palabra, abandonada de<br />

Dios.» Esta pena es terrible cuando se prolonga<br />

indefinidamente; se calma y da lugar a la paz a medida que el<br />

alma se desprende de la satisfacción y se adhiera a sólo el<br />

beneplácito divino.<br />

¿Cómo se han de recibir las consolaciones y las arideces?<br />

Punto es éste en que muchas almas yerran el camino; y, para<br />

no caer en este error, tengamos los ojos fijos en nuestro fin.<br />

Tendemos a la perfección de la vida espiritual, que se<br />

caracteriza por la perfección de la caridad, y el amor se<br />

prueba por las obras. Es perfecto, cuando adquiere tal fuerza<br />

e imperio que pueda establecernos en un mismo querer y no<br />

querer con Dios; por consiguiente, en una voluntad pronta y<br />

generosa para cumplir todas sus voluntades significadas y<br />

abandonarnos a todas las disposiciones de la Providencia.<br />

Esto denota un amor sincero, activo, enérgico, que se da a<br />

Dios sin reserva y se entrega por completo a la gracia. He<br />

aquí, según San Francisco de Sales y San Alfonso, «la<br />

verdadera devoción, el verdadero amor de Dios. Es éste el<br />

único fin que nos hemos de proponer en nuestras oraciones,<br />

comuniones, mortificaciones y demás prácticas piadosas».<br />

Mas, si «la verdadera devoción consiste en estar<br />

firmemente resuelto a no hacer y a no querer sino lo que Dios<br />

quiere», ni las consolaciones son la devoción, ni las arideces<br />

la indevoción; pues esta voluntad firme y resuelta puede<br />

permanecer profundamente arraigada a pesar de la sequedad,<br />

y no pasar de superficial ni tener consistencia alguna en medio<br />

de las dulzuras: y esto la experiencia nos lo enseña.<br />

No son tampoco las consolaciones y arideces un criterio<br />

seguro, comoquiera que la devoción reside esencialmente en<br />

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