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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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Al P. Baltasar Álvarez, habiéndose puesto un día a calcular<br />

el mal que le causaba la pérdida de su director, fuele dicho<br />

interiormente: «injuria a Dios el que se imagina tener<br />

necesidad de un socorro humano del que está privado sin<br />

culpa de su parte. El que por medio de un hombre te dirigía,<br />

quiere en la actualidad dirigirte por Sí mismo; ¿qué razón<br />

tienes para lamentarte? Es por el contrario un señalado<br />

beneficio y preludio de grandes favores». San Alfonso añadía:<br />

«nuestra santificación no es obra de nuestros padres<br />

espirituales, sino de Dios. Cuando el Señor nos los concede,<br />

quiere que nos aprovechemos de su ministerio para la<br />

dirección de nuestra conciencia, mas cuando nos los quita<br />

quiere que, lejos de quedar por ello descontentos, redoblemos<br />

nuestra confianza en su bondad y le hablemos de este modo:<br />

Señor, Vos me disteis apoyo, y Vos me lo quitáis ahora,<br />

hágase siempre vuestra voluntad, pero ahora venid en mi<br />

ayuda y enseñadme lo que debo hacer para serviros<br />

fielmente». Bien entendida, esta confianza en Dios no<br />

dispensa de practicar las diligencias necesarias para hallar<br />

otro director, porque «a Dios rogando y con el mazo dando».<br />

Terminemos con el P. Saint-Jure: «En la pérdida de las<br />

personas que nos son útiles para nuestro progreso espiritual,<br />

se cometen con frecuencia notables faltas, sintiendo<br />

demasiado vivamente su separación, no teniendo la suficiente<br />

sumisión a los designios de Dios sobre estas personas;<br />

testimonio evidente de que había excesivo apego a ellas y que<br />

se dependía más del instrumento que de la causa principal.<br />

Sea que esos directores vivan, sea que mueran, ha de decir el<br />

alma que sinceramente ama a Dios y su propia perfección,<br />

que se vayan o que permanezcan; todo, Señor, lo que Vos<br />

queráis y como Vos lo queráis; sois Vos quien me ha enviado<br />

estos guías, Vos quien me los quita, no los quisiera yo retener.<br />

Vuestra amable y amantísima voluntad me es más querida<br />

que su presencia; Vos me habéis instruido por ellos cuando<br />

quisisteis dármelos y por eso os doy gracias. Ahora que Vos<br />

me los quitáis, sabréis muy bien instruirme por otros que<br />

vuestra bondad paternal se dignará concederme cuando fuere<br />

necesario como os lo suplico; o bien, Vos mismo me instruiréis<br />

por lo que será preferible.»<br />

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