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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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como ama en el castillo, dilapidaba los bienes y hacía<br />

murmurar a todo el mundo. Durante más de siete años, la<br />

santa será tratada como una extraña que se admite en el<br />

hogar doméstico, pero a la que en nada se la consulta ni tiene<br />

derecho a hacer observación alguna. Estará, por decirlo así,<br />

bajo la férula de una inferior insolente, que no escaseará ni<br />

siquiera las injurias. Tenía que pasar por la amargura de ver a<br />

los hijos de la sirvienta preferidos a los suyos. Se apoderaba<br />

de ella la indignación, revolvíase toda su sangre,<br />

especialmente al principio. Mas ahogaba estos gritos de la<br />

naturaleza, y a cada insolencia no oponía sino un corazón<br />

dulce y un semblante gracioso, llegando hasta el grado de<br />

heroísmo de cuidar los hijos de la sirvienta como a los suyos,<br />

y prestarles con sus propias manos los servicios más<br />

humildes. ¿Y cuál era el secreto de su victoria? Únicamente<br />

ocupada en su importante obra, la conversión de su padre<br />

político y de la indigna criada, se proponía vencerlos a uno y a<br />

otra a fuerza de dulzura; no habla situación ni sacrificio que la<br />

asustasen con la esperanza de llevarlos a Dios. Aprovechaba<br />

todas las circunstancias para hacerles bien y ninguna<br />

violencia, ninguna vejación, fue jamás capaz de disminuir su<br />

respeto ni desanimar su paciencia. «A este motivo tan elevado<br />

que la sostuvo durante siete años en esta vida heroica, vino a<br />

juntarse otro que no le prestó menor apoyo. Era naturalmente<br />

un tanto altiva; había heredado con la sangre paterna, yo no<br />

sé qué de orgullosa y dominante que ella quería ahogar a todo<br />

trance. La ocasión le pareció excelente para llegar a ser<br />

humilde a fuerza de humillaciones, y lo con siguió más de lo<br />

que puede decirse. En esta ruda escuela, mejor que en el más<br />

severo noviciado, hízola Dios adquirir esta rara humildad y<br />

esta perfecta obediencia que muy pronto hicieron de ella, bajo<br />

la dirección de San Francisco de Sales, el instrumento de tan<br />

grandes obras.»<br />

¡Quiera Dios que a las gracias de este género<br />

respondamos también nosotros con el mismo espíritu de fe e<br />

igual generosidad!<br />

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