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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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proporcionarme pequeñas alegrías como las pequeñas<br />

pruebas.» - «¿Habéis tenido hoy muchas pruebas? - Sí, pero<br />

¡cómo las amo! Yo amo todo lo que Dios me da. Mi corazón<br />

está lleno de la voluntad de Jesús.»<br />

Oigamos ahora a Taulero en su famoso Diálogo del<br />

Teólogo y del mendigo. «Un teólogo -éste era el mismo<br />

Taulero- suplicó a Dios durante ocho años le hiciera conocer<br />

un hombre que le mostrase el camino de la verdad. Cierto día<br />

en que ardía en este deseo con mayores ansias que nunca,<br />

oyó una voz del cielo que le dijo: Sal fuera y dirígete hacia la<br />

iglesia, y encontrarás al hombre que te enseñará el camino de<br />

la verdad. Sale, pues, y halla a un mendigo con los pies<br />

lastimados, desnudos y cubiertos de lodo, llevando sobre sí<br />

tan pobres vestidos que no valían tres óbolos. Saludóle<br />

diciendo: Dios os conceda un buen día. Respondióle el<br />

mendigo: no recuerdo haber tenido un día malo. - Dios os<br />

haga dichoso, continuó el Maestro. - Nunca he sido<br />

desgraciado, continuó el pobre-Dios os bendiga, repuso el<br />

teólogo: mas explicaos, porque no entiendo lo que decís .-Con<br />

mucho gusto lo haré, dijo el pobre. Me habéis deseado un<br />

buen día, y os he respondido que no recuerdo haber tenido<br />

jamás uno malo. En efecto, cuando el hambre me atormenta,<br />

alabo a Dios; si sufro frío, si graniza, si nieva o llueve, lo<br />

mismo en buen que en mal tiempo alabo a Dios; cuando<br />

padezco necesidad, en los reveses y los desprecios, alabo<br />

también a Dios; de donde resulta que no hay día malo para mi.<br />

Me habéis deseado además una vida feliz y dichosa, yo os he<br />

respondido que nunca he sido desgraciado, y esto es verdad,<br />

porque he aprendido a vivir con Dios y estoy persuadido de<br />

que todo cuando El hace no puede ser sino muy bueno. De<br />

ahí que todo cuanto de Dios recibo, y permite me venga de<br />

otra parte, prosperidad o adversidad, dulzura o amargura, lo<br />

miro como una verdadera fortuna, y lo acepto de su mano con<br />

alegría. Por lo demás, estoy del todo decidido a no<br />

aficionarme sino a la voluntad de Dios y tan fundida tengo mi<br />

voluntad en la suya, que todo cuanto El quiere, lo quiero yo<br />

también. En consecuencia, jamás he sido desgraciado. - Mas,<br />

decidme, ¿qué haríais si Dios os quisiere arrojar al fondo del<br />

abismo? - ¿Arrojarme al fondo del abismo? Si Dios llegare a<br />

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