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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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Con todo, su primer cuidado era dirigirse al noviciado para ver<br />

a sus nuevos hijos y alimentarlos con la leche de su palabra.<br />

Dábase en seguida a sus religiosos a fin de derramar en ellos<br />

sus consuelos, tanto más abundantes, cuanto mayor era el<br />

tiempo que se habían visto privados de ellos. Primero pensaba<br />

en los suyos, y después en sí mismo. «La caridad -decía- no<br />

busca sus propios intereses. Hace ya largo tiempo que ella me<br />

ha persuadido a preferir vuestro provecho a todo cuanto amo.<br />

Orar, leer, escribir, meditar y demás ventajas de los<br />

ejercicios piadosos, todo lo he reputado como una pérdida por<br />

amor vuestro. Soporto con paciencia haber de dejar a Raquel<br />

por Lía; y no me pesa haber abandonado las dulzuras de la<br />

contemplación, cuando me es dado observar que después de<br />

nuestras pláticas el irascible se torna dulce; el orgulloso,<br />

humilde; el pusilánime, esforzado, que los hijos pequeños del<br />

Señor se sirvan de mí como quieran, con tal que se salven. Si<br />

yo no perdono ningún trabajo por ellos, ellos me perdonarán<br />

mis faltas, y mi descanso más apetecido será saber que no<br />

temen importunarme en sus necesidades. Me prestaré a<br />

satisfacer sus deseos cuanto me fuere posible; y mientras<br />

tuviere un soplo de vida, serviré a mi Dios sirviéndolos a ellos<br />

con una caridad sin fingimiento.»<br />

San Francisco de Sales hacía lo propio: «Si alguno, aun<br />

cuando fuere de los más pequeños, se dirigía a él, tomaba el<br />

Santo la actitud de un inferior ante su superior, sin rechazar a<br />

nadie, no rehusando hablar ni escuchar y no dando la más<br />

pequeña muestra de disgusto, aunque tuviere que perder un<br />

tiempo precioso escuchando frivolidades. Su sentencia<br />

favorita era ésta: «Dios quiere esto de mí, ¿qué más necesito?<br />

En cuanto que ejecuto esta acción no estoy obligado a<br />

ejecutar otra. Nuestro centro es la voluntad de Dios, y fuera de<br />

El no hay sino turbación y desasosiego.» Santa Juana de<br />

Chantal asegura que en la abrumadora multitud de los<br />

negocios siempre se le veía unido a Dios, amando su santa<br />

voluntad igualmente en todas las cosas, y por este medio, las<br />

cosas amargas se le habían vuelto sabrosas.<br />

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