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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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dotes que algunos otros, o algún defecto natural de cuerpo o<br />

de espíritu, una presencia exterior menos ventajosa, un<br />

miembro estropeado, una salud débil, una memoria infiel, una<br />

inteligencia tarda, un juicio menos firme, poca aptitud para tal<br />

o cual empleo, no hemos de lamentarnos y murmurar a causa<br />

de las perfecciones que nos faltan, ni envidiar a los que las<br />

tienen. Tendría muy poca gracia que un hombre se ofendiese<br />

de que el regalo que se le hace por un puro favor no es tan<br />

bueno y rico como hubiera deseado. ¿Estaba Dios obligado a<br />

otorgarnos un espíritu más elevado, un cuerpo mejor<br />

dispuesto? ¿No podía habernos criado en condiciones aún<br />

menos favorables, o dejarnos en la nada? ¿Hemos siquiera<br />

merecido esto que nos ha dado? Todo es puro efecto de su<br />

bondad a la que somos deudores. Hagamos callar a este<br />

orgullo miserable que nos hace ingratos, reconozcamos<br />

humildemente los bienes que el Señor se ha dignado<br />

concedernos.<br />

En la distribución de los talentos naturales no está Dios<br />

obligado a conformarse a nuestros falsos principios de<br />

igualdad. No debiendo nada a nadie, El es Dueño absoluto de<br />

sus bienes, y no comete injusticia dando a unos más y a otros<br />

menos, perteneciendo, por otra parte, a su sabiduría que cada<br />

cual reciba según la misión que determina confiarle. «Un<br />

obrero forja sus instrumentos de tamaño, espesor y forma en<br />

relación con la obra que se propone ejecutar; de igual manera<br />

Dios nos distribuye el espíritu y los talentos en conformidad<br />

con los designios que sobre nosotros tiene para su servicio, y<br />

la medida de gloria que de ellos quiere sacar.» A cada uno<br />

exige el cumplimiento de los deberes que la vida cristiana<br />

impone; nos destina además un empleo particular en su casa:<br />

a unos el sacerdocio o la vida religiosa, a otros la vida secular,<br />

en tal o cual condición; y en consecuencia, nos distribuye los<br />

dones de naturaleza y de gracia. Busca ante todo el bien de<br />

nuestra alma, o mejor aún, su solo y único objeto final es<br />

procurar su. gloria santificándonos. Como El, nosotros no<br />

hemos de ver en los dones de naturaleza y en los de gracia,<br />

sino medios de glorificarle por nuestra santificación.<br />

Porque, «¿quién sabe -dice San Alfonso- si con más<br />

talento, con una salud más robusta, con un exterior más<br />

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