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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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de que el Espíritu Santo quisiera conducirnos por este camino<br />

a la santidad, sería cerrarle el camino.<br />

Mas si hay favores que son buenos y excelentes porque<br />

vienen de Dios, hay fenómenos análogos que serían nocivos,<br />

pues pudieran ser una artimaña del demonio o un juego de la<br />

imaginación. En ésta, más que en ninguna otra materia, son<br />

fáciles las ilusiones, y aun los mismos santos no han sabido<br />

preservarse de ellas; como aconteció a Santa Catalina de<br />

Bolonia, la cual, en los comienzos de su vida religiosa, se dejó<br />

engañar durante cinco años por una aparición del demonio en<br />

figura de Jesús crucificado, o de la Santísima Virgen; -hay que<br />

confesar, sin embargo, que ella había dado lugar a semejantes<br />

sucesos por su presunción-. Adviértenos Santa Teresa que,<br />

cuando se tiene la osadía de desear favores de esta<br />

naturaleza, «se vive ya engañado, o en inminente peligro de<br />

serlo, porque el menor resquicio abierto basta al demonio para<br />

tendernos mil lazos, y porque un deseo violento arrastra<br />

consigo a la imaginación, figurándose ver y oír lo que ni se ve<br />

ni se oye». Por el contrario, «con tal que un alma no quiera<br />

dejarse engañar y ande en humildad y sencillez, no creo, dice<br />

la Santa, que esta alma pueda ser engañada». En este caso<br />

más que en ningún otro conviene orar, reflexionar, consultar y<br />

seguir todas las leyes de una severa prudencia.<br />

¿Quién ignora la insistencia con que San Juan de la Cruz<br />

previene a sus lectores a desconfiar de sus visiones,<br />

revelaciones y palabras interiores, a resistirías, a<br />

desprenderse de ellas? Santa Teresa, por su parte, expresa<br />

un sentimiento más moderado: « Siempre hay motivo para<br />

temer en semejantes cosas, hasta asegurarse que proceden<br />

del espíritu de Dios; por esto digo que en los principios,<br />

siempre es lo más acertado combatirlas. Si es Dios quien<br />

obra, esta humildad del alma en rechazar sus favores, no hará<br />

sino disponerla para mejor recibirlos, y aumentarán a medida<br />

que ella los ponga a prueba. Conviene, empero, guardarse de<br />

molestar e inquietar demasiado a estas personas». Hablando<br />

de las apariciones de Nuestro Señor, añade:<br />

«Jamás le pidáis ni jamás deseéis que os conduzca por tal<br />

camino, que es bueno, sin duda, y debéis respetarlo mucho y<br />

tenerlo en gran estimación, pero conviene no desearlo ni<br />

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