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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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empresa había fracasado ante los hombres, había tenido éxito<br />

según los designios de Dios; no se libró con ella la Iglesia de<br />

Oriente, pero poblóse la Iglesia del Cielo. El Santo en medio<br />

de su dolor, adoraba los designios de Dios, daba buena<br />

acogida a la humillación y decía: «Si es necesario que se<br />

murmure, prefiero sea contra mí, que no contra Dios, y de esta<br />

manera feliz me consideraré en servirle de escudo. Con gusto<br />

recibo las aceradas flechas de los maldicientes y los dardos<br />

emponzoñados de los blasfemos, con tal que no lleguen hasta<br />

El; y hasta mi gloria vendo porque se respete la suya.»<br />

Citemos también a San Francisco de Sales en los<br />

siguientes ejemplos: «San Luis, por inspiración divina pasa el<br />

mar para conquistar la Tierra Santa; el suceso le fue contrario,<br />

y él reverencia y acata dulcemente la voluntad divina: yo<br />

estimo más la dulzura de esta conformidad que la<br />

magnanimidad del proyecto. San Francisco va a Egipto para<br />

convertir allí los infieles o morir mártir entre ellos, pues tal fue<br />

la voluntad de Dios; y con todo, vuelve sin conseguir ni lo uno<br />

ni lo otro en virtud de esa misma voluntad. Voluntad de Dios<br />

fue igualmente que San Antonio de Padua desease el martirio<br />

y no lo obtuviese. San Ignacio de Loyola, habiendo con tantos<br />

trabajos levantado la Compañía de Jesús, de la que veía<br />

tantos hermosos frutos y los preveía para el porvenir, tuvo, sin<br />

embargo, el valor de prometer que, si la veía desaparecer, lo<br />

cual sería el mayor disgusto que podría recibir, después de<br />

media hora se habría ya resuelto y conformado a la voluntad<br />

de Dios.» Otros muchos pudieran citarse y del mismo San<br />

Francisco de Sales. Cuando su Instituto de la Visitación estuvo<br />

a punto de ser aniquilado en su mismo nacimiento a causa de<br />

una gran enfermedad de Santa Juana de Chantal, que había<br />

sido su primera piedra, dijo: «¡Está bien! Dios se contentará<br />

con el sacrificio de nuestra voluntad, como lo hizo con<br />

Abraham. El Señor nos había dado grandes esperanzas, y el<br />

Señor nos las quita, ¡bendito sea su santo nombre!» «Yo me<br />

figuro siempre a nuestra Congregación, escribía San Alfonso,<br />

como un barco en alta mar combatido por vientos contrarios.<br />

Si Dios quiere sepultarlo en medio de todo esto en el fondo de<br />

los abismos, digo ahora, y repetiré siempre: ¡Bendito sea su<br />

santo nombre!»<br />

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