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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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voluntad a la suya, y parece que la tienen en jaque. Mas en<br />

realidad, la resistencia de unos y la obediencia de otros le son<br />

conocidas desde toda la eternidad, y las tuvo en cuenta al<br />

determinar sus planes; halla en los recursos infinitos de su<br />

omnipotente Sabiduría la mayor facilidad para cambiar los<br />

obstáculos en medios, a fin de hacer servir a nuestro bien las<br />

maquinaciones que el infierno y los hombres traman para<br />

perdernos. «Lo que yo he resuelto, dice el Señor en Isaías,<br />

permanecerá estable, mi voluntad se cumplirá en todas las<br />

cosas». Obrad como queráis, es necesario que la voluntad de<br />

Dios se ejecute; os dejará obrar según vuestro libre albedrío,<br />

reservándose el dar a cada uno según sus obras; mas todos<br />

los medios que podáis emplear para eludir sus designios, El<br />

sabrá hacerlos servir para el cumplimiento de estos mismos.<br />

«Entonces, ¿qué podemos temer?, ¿qué no debemos esperar<br />

siendo hijos de un Padre tan rico en bondad para amarnos y<br />

en voluntad para salvarnos, tan sabio para disponer los<br />

medios convenientes a este fin y tan moderado para<br />

aplicarlos, tan bueno para querer, tan perspicaz para ordenar,<br />

tan prudente para ejecutar?»<br />

RESPUESTA A ALGUNAS OBJECIONES<br />

«Los pensamientos de Dios no son nuestros<br />

pensamientos; tanto como el cielo se eleva sobre la tierra, los<br />

caminos del Señor superan a los nuestros». De ahí surgen un<br />

sinnúmero de malas inteligencias entre la Providencia y el<br />

hombre que no sea muy rico en fe y abnegación. Señalaremos<br />

cuatro.<br />

1º La Providencia se mantiene en la sombra para dar lugar<br />

a nuestra fe, y nosotros querríamos ver. Dios se oculta tras las<br />

causas segundas, y cuanto más se muestran éstas más se<br />

oculta El. Sin El nada podrían aquéllas; ni aun existirían; lo<br />

sabemos, y con todo, en vez de elevarnos hasta El,<br />

cometemos la injusticia de pararnos en el hecho exterior,<br />

agradable o molesto, más o menos envuelto en el misterio.<br />

Evita manifestarnos el fin particular que persigue, los caminos<br />

por donde nos lleva y el trayecto ya recorrido. En lugar de<br />

tener una ciega confianza en Dios, querríamos saber, casi<br />

osaríamos pedirle explicaciones. ¿Acaso un niño se inquieta<br />

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