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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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nos deje, ayudados de su gracia, el cuidado de producirlos y<br />

conservarlos. Ya que su adorable voluntad ha de ser la regla y<br />

medida de nuestros deseos aun los más santos, trataremos de<br />

estar siempre contentos con lo que El quiere o permite. Basta<br />

que El esté satisfecho; y lo estará desde el momento en que<br />

estemos plenamente sometidos a El. No es necesario que<br />

estemos contentos de nosotros mismos, o mejor, «la señal<br />

más cierta de nuestro adelantamiento es la convicción de<br />

nuestra miseria, y seremos tanto más ricos cuanto nos<br />

creamos más pobres y estemos interiormente más humillados,<br />

más desconfiados de nosotros mismos, más dispuestos a no<br />

confiar sino en Dios». Lejos de desconcertarnos por estas<br />

pruebas, una vez que permanezcamos sumisos, confiados,<br />

generosos, bendeciremos a Dios, porque «constituyen una<br />

especial gracia, más preciosa y segura que la consolación a la<br />

que han seguido. No resistáis, dejaos abatir, humillar,<br />

anonadar. Nada hay más a propósito para purificar vuestra<br />

alma, y no sabríais llevar a la sagrada Comunión una<br />

disposición más en armonía con el estado de anonadamiento<br />

a que Jesucristo se ha reducido en este misterio. El, por su<br />

parte, no podrá rechazaros cuando os acerquéis humillados y<br />

anonadados en el abismo profundo de vuestra miseria: así<br />

hablaba el P. de Caussade, y añade en otra parte: «No he<br />

visto jamás un alma favorecida con estas visitas penetrantes y<br />

humillantes, para quien no se hayan trocado en gracias<br />

singulares de Dios, y que no haya encontrado en ellas el<br />

verdadero conocimiento de sí misma, esta solidez de la<br />

humildad de corazón que es la base de toda perfección...<br />

Tembláis vos por vuestro estado, y yo bendigo por ello a Dios<br />

en vuestro nombre, y sólo os deseo un cambio, y es: que a<br />

vuestro anonadamiento se junten la paz, la sumisión, la<br />

confianza y el abandono. Después de esto, nada temeré por<br />

vos.»<br />

Artículo 4º.-El escrúpulo<br />

El escrúpulo no es la delicadeza de conciencia, es tan sólo<br />

su falsificación. Una conciencia delicada y bien formada no<br />

confunde la imperfección con el pecado, ni el pecado venial<br />

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